Opinión

Batalla por susurrar al oído del presidente

La ruidosa lucha desatada en el centro-derecha tras las elecciones ha dejado en un segundo plano las refriegas por el poder que existen en los despachos que rodean a Pedro Sánchez. Diferentes sectores habían mantenido hasta ahora una tregua más o menos tácita, puesto que disfrutaban similar influencia sobre el presidente del Gobierno. Las fuerzas estaban igualadas y, lógicamente, cualquier batalla concluía en unas tablas que meramente servían para debilitar a los belicosos. Tal equilibrio evitaba tentaciones de abrir hostilidades. Aunque las ha habido y las hay entre los poderosos y sus respectivos equipos en la corte monclovita.

A nadie en el PSOE ha pasado desapercibido estos días un movimiento que ha representado todo un misil destinado a desactivar a la mismísima vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que es un más que firme contrapeso del jefe de gabinete del presidente. Por ello la puesta en circulación de Calvo como futurible presidenta del Congreso de los Diputados inmediatamente ha vuelto las miradas sobre Iván Redondo como autor intelectual de la operación. El movimiento, rápidamente desactivado antes de que tomase más vuelo, ha sacado a la luz las prevenciones, recelos y desconfianzas existentes, además de la lucha por espacios de poder, entre los más próximos a Sánchez, quien, al menos a día de hoy, no parece tener intención alguna de apartar a quien es, y a todas luces va a seguir siendo, su «número dos» en el Consejo de Ministros.

El frenazo en seco de la maniobra ha supuesto un muro de contención al avance de Redondo. «Uno más», se apunta desde Ferraz, donde el poderoso «hombre de confianza» del líder socialista no consigue ser visto como «uno de los nuestros», seguramente por el recelo que despierta su pasada carrera al lado del presidente extremeño del PP, José Antonio Monago. De lo que no cabe la menor duda es que entre vicepresidenta y jefe de gabinete ha habido más que simples diferencias de estrategia estos últimos meses. Por ejemplo, ambos ya tuvieron una suerte de guerra de guerrillas por la convocatoria de las pasadas elecciones generales. Calvo se encargó de hacer saber su apuesta por el 28 de abril, mientras atribuía a Redondo que se hablase del 14 de abril, extremo siempre negado por el gurú presidencial.

No ha sido ése, sin embargo, el único motivo de controversia entre ellos. A la misma Calvo llegó a adjudicársele, junto a María Jesús Montero y Adriana Lastra, una disputa también contra Redondo por presentar los Presupuestos Generales del Estado y llegar hasta el final con el debate de totalidad para retratar a los independentistas. Batalla que el jefe de gabinete del presidente niega, entre risas, que haya existido. Ciertamente, él marca la iniciativa y hasta puede presumir, con el permiso del propio Sánchez, de tener acceso a más información que nadie del Gobierno. Incluida Carmen Calvo.

Pues bien, ahora que se disfrutan las mieles de la victoria y se observa al PP descompuesto y cociéndose en su propia salsa, con unas elecciones municipales, autonómicas y europeas a punto de arrancar, lo que se dirime entre bastidores es, hablando en román paladino, la lucha entre los más colindantes al líder para dirimir quién le susurra al oído. Se pelea por tomar la posición de mayor fuerza en la administración sanchista de los próximos años. Y, sin duda, ahora mismo el que representa mejor ese papel en el reparto de La Moncloa es Iván Redondo.