Opinión

Campaña por la primogenitura

«Albert Rivera es uno de los tipos que más saca de sus casillas a Pablo Casado. ¡Es que no sale de su asombro!», me comentaba, instantes después de la pegada de carteles inicio de la campaña del 26-M, un alto cargo del PP. Sin embargo, todo parece indicar que Rivera no tiene interés alguno por enmendarse. Al contrario. Promete seguir poniendo a prueba los nervios de Casado. A ojos de los estrategas naranjas, la distancia de 200.000 votos entre las dos fuerzas se antoja un empate técnico. Desbancar a los populares ha representado siempre un auténtico objetivo para el líder de Cs. Un sueño que ahora ve al alcance de los dedos. Evidentemente, Casado está poco dispuesto a facilitarle la tarea. Acaba de sufrir un dramático revolcón, complejo de digerir, en parte por volcar sus energías en hacer guiños a VOX descuidando el flanco moderado. Los dirigentes del PP están desconcertados pero, a quince días de volver a votar, se muestran unidos en torno a su líder. Se juegan el alma y el pan de su partido. Casado va a intentar refugiarse en su espacio natural. El presidente del PP podría, tal como se le aconseja, recorrer el camino de los reproches con Ciudadanos. En estas primeras horas de campaña, desde Génova difunden lo larga que se le va hacer a Rivera esta legislatura «compitiendo» con su «enemiga interior» Inés Arrimadas. Son maldades lógicas de quienes se zambullen en los mismos caladeros de votantes, aunque bien sabe el líder popular que lo inteligente es armar un proyecto dejándose de ataques entre quienes, tarde o temprano, deben colaborar. De todas maneras, este 26-M, PP y Cs se juegan, además de alcaldes, presidentes autonómicos y eurodiputados, la primogenitura del centro derecha.