Opinión
Los Simpson, al Senado
Si alguna vez quieren ver enfadado de verdad a Miquel Iceta, llámenle cínico y verán cómo se pone. Quizá sea porque quien se pica ajos come, pero lo que queda fuera de duda es que todo ser humano, por muy angelical que sea, algún momento cínico ha conocido en su vida, incluso desde los tiempos del fango de Atapuerca. Por tanto, de haber caído Iceta en alguno de ellos no merecería grandes y excesivas recriminaciones, sino una porción de humana y razonable comprensión, sobre todo dedicándose a la profesión que se dedica. Otra cosa será en el futuro si algún día cae en la tentación de practicar el cinismo de una manera pertinaz, contumaz y profesional.
Y es que la posición de los socialistas en Cataluña es tan ambigua que siempre andan rozando el arrecife del cinismo y la tentación constante de agarrarse a él para buscar justificaciones a sus movimientos. Desde el día que ligaron su futuro al del nacionalismo no han tenido un minuto de paz. Es una pena, porque entre los socialistas catalanes del Parlamento autonómico tenemos algunos ejemplos de los mejores y más rigurosos argumentadores, siempre ceñidos al protocolo de la ley y al reglamento. En los vergonzosos sucesos del 6 y 7 de septiembre de 2017 las intervenciones del señor Pedret o del propio Iceta fueron, frente a la arbitrariedad e inestabilidad de sus adversarios secesionistas, todo un modelo de rigor, minuciosidad y elocuencia. Conocían bien las reglas y señalaban cada una de ellas que los separatistas vulneraban. Gracias a su trabajo –y al de muchos más– fue posible desmontar ante el público aquella pantomima política que incluía a una señora parecida a la vieja de los gatos de los Simpson dedicada a arrancar del hemiciclo toda bandera española que viera.
¿Cabe tener esperanzas de que, más allá de las diferencias ideológicas, Iceta haga una labor seria en el Senado? Bien, las tareas que ha desempeñado toda su vida en su partido han sido eminentemente políticas, nunca dedicadas a la gestión. Existe un consenso más o menos amplio de que este país necesita reformas y una de ellas sería la posibilidad de convertir el infrautilizado Senado en cámara territorial, algo de lo que se lleva hablando hace años, pero que nunca se ha emprendido por la complicación que supone. Con su silueta política de urdidor, Iceta no da mal perfil para esa tarea. Pero es perfectamente comprensible que muchos desconfíen, habida cuenta de sus propuestas de privilegiados indultos y federalismos desiguales. No es tanto que desde esa posición en el Senado pudiera impedir una futura aplicación necesaria del 155. Con los números de las últimas elecciones, los socialistas podrían bloquear cualquier 155 en el Senado sin necesidad para nada de Iceta. En ERC, por su parte, se hacen los estrechos pero también lo quieren ahí, porque de no ser así no hubieran pasado con tanta velocidad de posiciones maximalistas a pedirle tan solo gestos simbólicos. Hay quien piensa que los socialistas quieren esconderlo para alejar sus ocurrencias de indultos. Tampoco hace falta. El indulto nos los reintroducirán disfrazado de beneficios penitenciarios cuando acaben juicio y campaña. Para hacerse una imagen aproximada de qué frutos podría dar Iceta en el Senado, lo más iluminador quizá sea preguntarse dónde estaba cuando se muñó el torpísimo, mal redactado y desafortunado Estatuto de Cataluña. ¿Qué parte tuvo en ello? La votación será esta semana y la campaña la tienen prácticamente hecha, incluso con deserción de ERC. Roguemos para que Miquel, al menos, sea capaz de poner firmes en el Senado a los personajes amarillos
de los Simpson.
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