Opinión

El cambio de Casado

«Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros». La celebérrima frase de Groucho Marx podría parecer escrita para Pablo Casado, visto lo que se le critica desandar el camino en campaña electoral: hoy soy aznarista y, de repente, me levanto marianista... ¿Es un acomodaticio el líder del PP? No lo creo. Tanto José María Aznar como Mariano Rajoy han sido y son ilustres miembros del Partido Popular.

Ambos, entre otras cosas, comparten los valores del partido. Es excesivo decir que Casado toma unos u otros por conveniencia. Es un político crecido bajo los liderazgos de Aznar y de Rajoy y, naturalmente, ambos han tenido gran influencia en su personalidad política. Cierto, el aznarismo y el marianismo han representado dos almas del PP. Almas cómplices. Más que ideologías diferentes, personifican modos de lanzar el mensaje. Dentro de Génova se ha hablado muchas veces de «halcones» y «palomas», de «duros» y «blandos», y al final, por personalizar, de «aznaristas» y «rajoyistas».

Pero simplificar conduce, casi siempre, al error. El Aznar de su primera legislatura en La Moncloa tuvo una imagen más regeneradora y moderada que el conservador Rajoy presidente, acuciado por la crisis económica. Sin embargo, hoy nadie defendería tal cosa. Que el joven presidente del PP, viendo los resultados del 28-A (y con la vista puesta especialmente en Madrid, que podría amortiguar el castigo), haya comprobado que ese «efecto Casado» que arrasó en las primarias de su partido no cuaja entre los votantes corrientes... es lo normal. Que ahora, en esta «segunda vuelta», introduzca cambios... es inteligente. Su comunicación ha fracasado. Y enfocar el mensaje de forma más moderada, colorearlo de «experiencia» y «gestión eficaz», cuando además los españoles están tan saturados de luchas ideológicas tras las generales, no supone cambiar de principios.