Opinión
Paradojas y perversiones
Un amigo me hace observar que los escraches, es decir, los intentos de linchamiento que se están produciendo en estos últimos tiempos, en particular en la campaña electoral, se dirigen contra la oposición, mientras los escracheadores son los mismos que están en el poder. Lo lógico, si es que un linchamiento tiene alguna lógica, sería que se hiciera contra el poder. Aquí es al revés, aunque si se va un poco más al fondo de las cosas, comprendemos lo que está ocurriendo. Los linchadores atacan a lo que ellos juzgan el verdadero poder, el simbólico o ideológico (representado por Begoña Villacís embarazada, por los muchachos de Vox y de S’ha Acabat, o por Cayetana Álvarez de Toledo). Ellos, en cambio, detentan el poder sólo con fines subversivos, para acabar con ese otro poder auténtico que está más allá de las instituciones que ellos ocupan. Es una idea de la política como enfrentamiento y de la democracia como instrumento de subversión. También constituye la aplicación a la vida pública de la política cultural y educativa practicada sistemáticamente en estas últimas décadas, bajo gobiernos de todos los signos: un enorme instrumento de cambio e ingeniería social que empieza dar sus frutos. Una segunda paradoja consiste en que el mismo Gobierno que no deja de negociar con ERC, que admite al independentista Gerardo Pisarello en la mesa del Congreso y que va a gobernar con el apoyo de podemitas anti constitucionalistas solicite el apoyo, para su investidura, de PP y Ciudadanos. Se ha recordado el «No es no» de Sánchez a la oferta al diálogo de Rajoy. Ahora bien, aquel intento era una invitación a una negociación en condiciones, para una acción pactada de gobierno entre los que seguían siendo los dos grandes partidos nacionales. Ahora ya no es así. Ahora la petición de apoyo se ha convertido en un instrumento para poner en un brete a la oposición. Los socialistas utilizan la sublevación nacionalista catalana para intentar minar a sus adversarios, que deberían ser sus aliados en este asunto. Aquí el modelo es la negociación para el «final» de la ETA, que en vez de hacer de este un motivo de fortalecimiento de la nación y sus instituciones, el PSOE convirtió, como ha explicado Rogelio Alonso, en un instrumento de debilitamiento del PP. Son las paradojas, o más bien las perversiones habituales de la política española de nuestros días.
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