Opinión
Señores, es lo que hemos votado
Esta ha sido la semana de echarse las manos a la cabeza por el aquelarre del Congreso, pero esto es lo votado. Elegidos han sido los diputados en camiseta y atuendos estrafalarios, también sus voces y alharacas, así como sus formas rudimentarias de jurar la Constitución –algunos ni siquiera es claro que hayan jurado sino la república inexistente. En realidad, el espectáculo no ha hecho más que comenzar. Visto que en España no somos capaces de una gran coalición, la relación entre Pedro Sánchez y los independentistas sostendrá la legislatura. Y lo que se compra se ha de pagar. De ahí el amistoso saludo del preso golpista Oriol Junqueras al presidente y, lo que es peor, la réplica de éste: «No te preocupes». No te preocupes, tú que estás en la cárcel, que ya me ocupo yo de sacarte. Nos decían exagerados a los que contábamos que el pacto ha sido «indultos por votos». Desde ahora, todo serán exquisiteces con los secesionistas. La primera, evitarles ir a las elecciones del próximo domingo con el baldón de que los juzgados por el 1-O hayan sido suspendidos de su cargo. La maniobra de Meritxell Batet para protegerlos ha sido, primero, derivar al Supremo la decisión (cuando la disposición legal es taxativa y no requiere aclaración) y, segundo, que la Mesa del Congreso solicite un informe a los letrados de la Cámara que vuelva a ralentizar el proceso. No hagan aspavientos, señores, que es exactamente lo elegido en las urnas. Un Gobierno que cree en el llamado «derecho a decidir» –como han dejado claro Iceta o Batet–, que define España como una realidad federal y plurinacional y que considera que «la Constitución no se puede imponer». En definitiva, un Ejecutivo que comparte la convicción podemita de que la transición está superada. Vamos a ver muchas cosas a partir de ahora. Probablemente la concesión de la competencia de prisiones al País Vasco, para que se pueda acercar y liberar los etarras. Probablemente el indulto de los golpistas. Probablemente el relanzamiento de la comisión bilateral para negociar entre «España y Cataluña». Probablemente nuevos presupuestos que desplacen a Cataluña buenas cantidades de dinero que otros, más pobres, necesitan con urgencia. Probablemente muchas nuevas pseudo embajadas en el extranjero, que ahonden la mala imagen de España. Y, desde luego, un profundizarse de una educación en la indiferencia y la extrañeza hacia el nexo común y solidario entre los españoles. No sólo en Cataluña, sino en Valencia y Baleares. Sánchez pretenderá «empastarlo» todo con una nueva definición de Estado, pero ningún pegamento institucional puede sustituir el amor por la Historia común y por las personas tan distintas y tan iguales que constituyen un país. Y eso está muy deteriorado.
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