Opinión

Amancio Ortega, dos veces héroe

Inditex ha sido una de las empresas más importantes a escala global durante los últimos 20 años. La compañía creada por Amancio Ortega ha revolucionado el sector textil, volviendo la moda accesible. Por ejemplo, en un reciente informe de la OCDE se recogía que la renta mediana entre 1995 y 2015 había aumentado un 31% en términos nominales. A su vez, el precio de la vivienda se había incrementado un 103%; el de la educación, un 42%; el de la sanidad, un 14% y el de los alimentos, un 2%. Es decir, la familia media ha mejorado su capacidad real para consumir sanidad y alimentos, pero la ha visto mermada en términos de vivienda y educación. Aun así, todas esas rúbricas se habían encarecido en términos nominales y, de hecho, sólo ha habido una categoría dentro de la cesta típica de la compra de la clase media que se ha abaratado: la ropa, cuyo precio medio ha disminuido un 46% desde 1995. Gran parte de ese éxito es atribuible a Inditex: a su revolución logística para minimizar los plazos de diseño, confección y distribución del textil, aumentando así enormemente la rotación de su «stock» y economizando su coste. Ahora bien, Amancio Ortega no sólo ha creado una magnífica empresa que ha permitido que los ciudadanos más humildes adquieran textil de calidad a precios muy asequibles, sino que además se ha convertido en un filántropo decidido a donar parte de su legítima fortuna a diversas causas sociales. Por ejemplo, mejorar la infraestructura con la que cuenta la sanidad pública española para luchar contra el cáncer. Algo por lo que deberíamos estarle doblemente agradecidos. Desde Podemos Madrid, sin embargo, han preferido criticar al fundador de Inditex y «rechazar su caridad». La candidata al Gobierno de la Comunidad, Isabel Serra, ha recalcado que el Ejecutivo regional debería sentirse obligado a rechazar los aguinaldos de Ortega y proceder a machacarle a impuestos para poder sufragar las necesidades que, a juicio de los políticos, exhibe el sistema sanitario público. El argumento de la izquierda radical debería ser cuádruplemente censurado. Primero, por preferir financiar los gastos de la administración mediante una sustracción coactiva de renta (los impuestos) que mediante una aportación voluntaria de los ciudadanos (las donaciones); segundo porque la disyuntiva que plantean –o impuestos o donaciones– es una absoluta falacia del falso dilema (que se acepten donaciones no implica que no haya que cobrar impuestos); tercero, por ocultar que las prioridades de gasto de los políticos suelen tener mucho más que ver con su agenda electoralista para comprar votos que con satisfacer las necesidades reales de los ciudadanos y cuarto, y sobre todo, por anteponer sus supercherías ideológicas a la salud de los ciudadanos. Conviene remarcarlo para que no haya lugar a dudas: rechazar las donaciones de Amancio Ortega cuesta vidas que podrían salvarse merced a una detección precoz. Ésas son las verdaderas prioridades de Podemos: su dogmatismo antes que nuestro bienestar.