Opinión
Pactos a izquierda y derecha
Este lunes, a poco de comenzar la reunión de la Ejecutiva Federal del PSOE dedicada al primer análisis del 26-M, Pedro Sánchez le dijo a un reducido grupo de sus dirigentes: «Y ahora toca gobernar». Sánchez se ha reservado unos días para centrarse en Europa, en su calidad de negociador-jefe de los socialdemócratas europeos, con un ambicioso objetivo: situar a Nadia Calviño y a Josep Borrell en el reparto de los cargos de la «nueva Unión».
Pero desde Bruselas, con la reveladora escala en París, el gran vencedor de la doble convocatoria electoral quiere cerrar cuanto antes los pactos imprescindibles para que España «arranque»: los de la investidura, por un lado, y los de la estabilidad, por otro. Ciudadanos es el socio cortejado desde La Moncloa para evitar los sustos que generan Podemos y los independentistas. Por eso Sánchez se ha ido a ver a Emmanuel Macron, el gran socio europeo de Albert Rivera, para que éste se remangue y aparque el «cordón sanitario» que tanto ha defendido contra el PSOE. Pero nadie, ni en Ferraz, ni en Cs, ni mucho menos en Bruselas –como sabe bien el naranja Luis Garicano–, quiere pensar en un bloqueo y repetición electoral como los de 2016.
Porque España ha pedido a sus representantes que hablen. Pactar. Así son los nuevos tiempos políticos. Quien no esté dispuesto a dialogar, a llegar acuerdos con los demás, que se dedique a otra cosa. Tras este 26 de mayo, muy pocos son los que han obtenido una mayoría absoluta que les permita gobernar en solitario. Y pese a las apresuradas sumas que se hicieron en la noche electoral, la fragmentación política ha dibujado un panorama municipal y autonómico con gobiernos de pronóstico incierto. Aunque los de Sánchez hayan sido, con diferencia, los más votados en muchas plazas importantes, «ganar no es gobernar», como ya advirtiera el líder socialista.
El PP, siendo la segunda fuerza, necesita a Cs y a Vox para acceder a gobiernos en lugares emblemáticos, como el Ayuntamiento de la capital española y la Comunidad de Madrid (dos de las pocas plazas donde quizá los tres partidos de centro y derecha tenían su camino trazado, si se daban los números, incluso antes de cerrarse las urnas). Otros feudos están sometidos a más movimientos. Se ventilan acuerdos en Aragón, Castilla y León, Murcia y un largo etcétera de autonomías y municipios donde los naranjas están tentados de repartir sus amores entre populares y socialistas.
La opción «dos y dos» es ahora mismo la que se prefiere en la sede central de Cs en la calle Alcalá. Es decir, Madrid y Murcia junto al PP; Aragón y Castilla y León al lado del PSOE. De hecho, los más entusiastas con esta «transversalidad» ya celebran su influencia para que Sánchez descartase dar entrada a Podemos en un futuro Gobierno de España, así como su viraje cerrando el paso a ERC al frente del Ayuntamiento de Barcelona, o el veto a Bildu en Navarra.
Seguramente PP y PSOE hayan podido abrazar la idea de alcanzar algún tipo de acuerdo global con Cs. Pero en este momento Rivera desea primordialmente derribar el muro invisible que incomunica históricamente a la derecha y a la izquierda en España. Quiere convertirse en un político capaz de mirar a ambos lados del espectro ideológico, dando por descontado que sus acuerdos –a izquierda y derecha– le permitirán obtener el poder suficiente para que las estructuras territoriales de su partido crezcan a lo largo de los próximos cuatro años ya sin escollos electorales por delante.
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