Opinión

«Plan B» de Sánchez

Ganar en centralidad, construir grandes consensos, dialogar dentro del marco constitucional: esos eran los propósitos de Pedro Sánchez para la legislatura. Sin embargo, esas intenciones han volado por los aires al doblegarse a la tentación de repetir la operación «moción de censura», teniendo que pasar lo antes posible el trago de la abstención de ERC.
El escenario de echarse en brazos de los separatistas lo abrió públicamente José Luis Ábalos. Sánchez necesitaba tirar de alternativas a la «vía navarra», es decir, el apoyo de los diputados de Podemos y PNV y la abstención de UPN.

En privado, la reacción de algunos prebostes socialistas fue calificar la idea como una «abalada», aferrándose a la hoja de ruta inicial de armar una mayoría rematada con regionalistas. Pero la «abalada» fue poco a poco abriéndose camino hasta constituirse en doctrina oficial monclovita. Una vez cerrado el camino de que PP y Cs facilitasen la investidura, ahora los 350 diputados del Congreso ya «valen igual» para echar cuentas. Poco importa que, con ese «plan B», el «jamás de nuevo con los independentistas» de Sánchez se convierta en papel mojado. En Moncloa y en Ferraz preocupa el desgaste en la imagen del presidente en funciones.

Y aunque desde la cúpula socialista consideren que la carga de la prueba recaerá sobre el centro-derecha y su «no es no», y aunque mediáticamente se construya un relato con la supuesta actitud obstruccionista de Casado y Rivera... la procesión va por dentro. De hecho, ya hay quienes desde el entorno de Sánchez han apuntado la necesidad de articular algún tipo de respuesta para salvaguardar al líder. Otros piden tirar por la calle de en medio e ir de nuevo a elecciones, no sólo como presión, sino porque los sondeos pintan bien para el PSOE. Aunque las urnas, claro, las carga el diablo.