Opinión

Jóvenes gallos

Yo me hago cargo perfectamente con gran ternura del momento de clímax que están viviendo Sánchez y Rivera actualmente en sus carreras políticas. Lo entiendo y son humanos. Pero ¿es verdaderamente imprescindible todo este espectáculo que ambos nos están ofreciendo de inflar la pechera, ponerse estupendos y emitir balandronadas? ¿No se dan cuenta acaso de que la inmensa mayoría de la población, (los que les han votado y los que no) están viendo de una manera transparente cuanto hay de fantasmada en todo ese despliegue de plumaje casi adolescente que están protagonizando? Todos sabemos que no habrá ningún gobierno de cooperación, sino un clásico gobierno de coalición donde Podemos coalicionará poco (de secretaría general para abajo) porque no tiene fuerza para pedir más. Todos sabemos también perfectamente que el Palacio del Eliseo no ha felicitado a nadie por su línea política. Conocemos ya que Sánchez es perfectamente capaz de firmar libros que no ha escrito y tesis que no ha empollado. Tanto como que Rivera desea renunciar al incierto y siempre inseguro futuro de bisagra, prefiriendo ocupar el espacio de la derecha. Puestas así las cosas ¿para qué tantos eufemismos? Llamemos a las cosas por su nombre y simplifiquemos un poco, que vienen tiempos de mucho trabajo solo ya para sacar adelante los pactos.

Miren, a Manuel Valls le han caído críticas hostiles de innumerables lados, pero todos han reconocido que decía verdad. Pablo Casado por su parte, ha adoptado en las últimas semanas un perfil discreto, renunciando a las fanfarronadas y trabajando en la penumbra el aspecto legal y logístico de los pactos. Con ese enfoque, a su partido no le ha ido nada mal en ellos. ¿Hay qué decir algo más entonces?

La población está perfectamente al cabo de la calle de que todo este postureo se debe a que Sánchez y Rivera están pensando más en lo votos externos (de la población) e internos (del propio aparato) que en cómo gobernar el país. Pero esa pantalla ya ha pasado, amigos. Ya sé que llevan pegado al cuerpo todavía el miedo de que al final no se aclaren y puedan repetirse elecciones. Pero incluso en ese caso no olviden que la gente no vota nunca por orgullo, sino por expectativas.