Opinión

Personal

Lo personal es político, solía decirse. Sentencia que popularizó Carol Hanisch en un ensayo publicado en 1969. Todo un eslogan que propaga la idea de que los problemas de la intimidad, derivados de la experiencia privada, son también problemas políticos. Sobre todo, políticos. O terminan por serlo, tarde o temprano. Nunca como ahora se había escenificado en el panorama público español lo personal como político: líderes cuestionados por una forma de vida que puede contrastar de manera sorprendente con el ideario que predican para sus votantes (haz lo que digo, y no lo que hago). Estrictas ambiciones bajo cuyo signo se establecen compromisos institucionales. Y afinidades o desavenencias personales que llegan a gobernar la vida pública, como la antipatía que, según cuentan, impide que Rivera, líder de Ciudadanos, permita la investidura de Pedro Sánchez. Hemos pasado del entendimiento entre Sánchez y Rivera, que incluso les llevó en 2016 a firmar un extenso documento por «un acuerdo para un gobierno reformista y de progreso» –después de que el PP declinara formar gobierno–, a la animosidad entre ambos. Parece que ya se nos han olvidado aquellos 6 meses de 2016 en los que España permaneció sin gobierno; también da la impresión de que no recordáramos que Rajoy fue investido presidente en 2016 gracias a la abstención de casi todos los diputados del PSOE (excepto 15 de ellos). En poco menos de 3 años la situación política española, no solo no se ha desenredado, tras la explosión descontrolada del bipartidismo, sino que parece complicarse por minutos. Las alianzas y rupturas, los nuevos partidos, los protagonismos fugaces, las corrupciones y condenas... la información política es tanta que los ciudadanos apenas son capaces de retener una parte para hacerse una composición de lugar y votar en consecuencia. ¿Por qué Cs no facilita la investidura y permite que el PSOE forme gobierno? ¿O por qué no se abstiene el PP, para posibilitar la investidura de Pedro Sánchez, como en su momento hizo el PSOE, permitiendo la de Rajoy? ¿Por qué todo el mundo está colocando sus intereses particulares, o partidistas, por encima de los nacionales, del bien común? Quizás porque en la política española se ha instalado un inquietante naturalismo que impone la ley del más fuerte. Además, no olvidemos que, efectivamente, lo personal es político.