Opinión
¿Cuánto durará la guerra comercial?
La economía estadounidense no está atravesando su mejor momento. Tras varios años de notable crecimiento económico (especialmente alentado durante los últimos trimestres por la rebaja impositiva de Trump), los indicadores están comenzando a torcerse. El dato de empleo del mes de mayo fue decepcionantemente mediocre y los indicadores adelantados de actividad manufacturera y de servicios nos están indicando que el PIB se está frenando en seco. Todavía no conocemos con exhaustividad las causas de esta parálisis, pero es harto probable que la guerra comercial lanzada contra China haya tenido bastante que ver. A la postre, una escalada proteccionista entre las dos principales economías mundiales no sólo provoca una disrupción del tráfico de mercancías, sino que empuja a los empresarios a revisar (negativamente) sus expectativas de futuro y, por tanto, a cancelar (o modificar) parte de sus planes de inversión; y, a su vez, tal replanteamiento de los planes de inversión de algunos empresarios puede conducir a que otros empresarios experimenten problemas financieros. Al final, como ayer mismo manifestó la directora gerente del FMI Christine Lagarde, la guerra comercial perjudica a todo el mundo en el largo plazo. La cuestión, claro, es por qué quiere Trump librarla en el corto plazo si está acarreando efectos ya tan visiblemente dañinos sobre su propia economía. Y, al respecto, existen dos grandes hipótesis no necesariamente incompatibles. La primera es que el republicano pretende renegociar las relaciones entre Estados Unidos y China para las próximas décadas: no se trataría sólo de la cuestión arancelaria, sino también del problema de la transferencia tecnológica, del desarrollo de las redes 5G, del papel del Partido Comunista Chino como herramienta de control político a través de la economía y, en suma, de la posición geopolítica de ambos países. La segunda hipótesis es bastante más cortoplacista que la anterior y se refiere a que Trump está poniendo patas arriba el comercio global para tratar de doblarle el pulso al presidente de la Reserva Federal estadounidense. Y es que, desde hace varios meses, el republicano desea que la Fed baje tipos de interés y Jerome Powell se opone. Sólo cuando la economía ha empezado a mostrar signos de fatiga (por la guerra comercial), la Reserva Federal ha pasado a reconsiderar su postura. Y, de hecho, ayer mismo Trump tuiteó otra vez contra la Fed: «A pesar de que la Reserva Federal no sabe qué está haciendo –ha aumentado los tipos de interés demasiado rápido– (...) estamos en uno de los mejores meses de junio de nuestra historia. Imaginad cómo estaríamos hoy si la Fed hiciera lo que toca (...) Necesitamos menores tipos de interés y más flexibilidad monetaria para compensar el daño que otros países nos están haciendo». Si Trump verdaderamente aspira a un acuerdo omnicomprensivo con China, es dudoso que la presente guerra comercial pueda tener una resolución rápida, pues el tiempo corre en su contra (elecciones presidenciales en poco más de un año) y los chinos son conscientes de ello. Si, en cambio, Trump sólo busca doblegar a la Fed, probablemente la guerra comercial termine pronto porque, en gran medida, ya lo ha conseguido.
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