Opinión
España se recupera y los españoles vuelven a casa
Durante los peores años de la crisis económica, esos en los que España destruyó alrededor de cuatro millones de empleos, muchos ciudadanos decidieron escapar de nuestro país y buscar fortuna en el extranjero. El saldo migratorio de los ciudadanos con nacionalidad española –es decir, la diferencia entre los que emigraban y los que inmigraban– se tornó negativo a partir de 2008 y llegó a ser de más de 40.000 personas anuales entre 2013 y 2015. Por ejemplo, en 2013, 73.329 españoles salieron de nuestras fronteras y sólo 32.421 retornaron, lo que supuso una pérdida neta de más de 41.000 nacionales. Desde entonces, es cierto que las cifras de españoles que regresaban a casa fueron aumentando de manera ininterrumpida, pero seguían siendo inferiores a las de españoles que continuaban marchándose. En 2014, volvieron 40.968 y se expatriaron 80.440; en 2015, retornaron 52.109 ciudadanos, pero salieron 94.644; en 2016, regresaron 62.573 y emigraron 89.825; en 2017, inmigraron 78.182 y abandonaron el país 86.827. Sólo en 2018, por primera vez en toda la crisis, las salidas de 80.253 han sido inferiores a las entradas de 83.728. Que los españoles estén decidiendo volver a España es positivo, tanto por lo que indica como por lo que implica. Por un lado, indica que la crisis económica ya ha sido superada por amplios sectores de la población y que, en consecuencia, vuelve a haber oportunidades para prosperar y progresar vitalmente. Tal percepción no es, además, infundada: al margen del fuerte crecimiento del PIB que hemos experimentado durante los últimos años, la desigualdad también se está reduciendo. Esta misma semana, el INE ha publicado la Encuesta de Condiciones de Vida correspondiente al año 2018 (pero calculada sobre datos de renta de 2017) y los resultados son contundentes. Los diferenciales de renta de los españoles se redujeron en 2017 a su nivel más bajo desde el inicio de la crisis económica. Y lo hicieron, además, no porque todos nos hayamos vuelto igual de pobres, sino porque los ingresos que más se han incrementado desde el inicio de la recuperación han sido los de las rentas más bajas. Por otro lado, el regreso de los españoles implica que nuestra economía se está recapitalizando. Muchas de las personas que se marcharon eran trabajadores cualificados que no podían desarrollarse profesionalmente en España y que buscaron fortuna en el exterior; o personas que, aun sin tener una profunda formación, sí poseían un espíritu lo suficientemente emprendedor como para intentar salir adelante allende nuestras fronteras. Por tanto, su regreso a casa supone la recapitalización de nuestra economía. Ésta va contando ahora con más y mejores trabajadores, lo que en parte contribuye a compensar los deletéreos efectos del envejecimiento demográfico (de hecho, pese a que en 2018 el número de defunciones superó ampliamente al número de nacimientos, la población total de España alcanzó un nuevo máximo histórico gracias a la inmigración). En suma, gracias a que España ha sido capaz de generar dos millones de empleos en los últimos cuatro años, nuestro perfil de crecimiento se ha vuelto mucho más inclusivo que el de otros países de nuestro entorno; esto es, los frutos del crecimiento no se estén quedando retenidos en una minoría extractiva, sino que están llegando a la mayoría más desfavorecida. Y es por esa inclusividad de nuestro crecimiento por lo que los españoles están volviendo. Tanto mejor para todos.
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