Opinión

Japón

Es innegable que el comportamiento de los japoneses en Pearl Harbour fue de muy poca urbanidad. Es cierto también que sus ideas culinarias sobre la preparación del pescado pueden considerarse –aunque sabrosas– bastante discutibles. Hay cinco puntos cardinales que perfilan el contorno de Japón: sintoísmo, zen, bushido, ikebana y haikus. Para nuestra mentalidad, son disciplinas plenas de misterio. Sin embargo, la sorpresa ahora es que, según lo que indican las estadísticas, los japoneses parecen ser que tienen más cosas en común con los españoles de las que cabría imaginar. Los datos a nivel mundial anuncian que, en las próximas décadas, los países que van a tener la población más longeva de todo el orbe son Japón y España. Es decir, sus tipos de vida y herencia genética parecen ser proclives ahora mismo a que sus poblaciones alcancen avanzadas edades. Lo cual es muy curioso porque no se me ocurre dos sociedades más distintas que la española y la japonesa.

Por ejemplo, los japoneses son bastante estrictos y llevan las cosas a rajatabla; el extremo contrario de nuestro país donde todo es aproximado y la unidad de medida más frecuente es el más o menos. Es cierto que a ellos algunas cosas se les dan muy bien: fabricar motocicletas, por ejemplo, hacer cine o también casas de papel. Nosotros hubo un tiempo en el que fabricábamos unas motocicletas bastante decentes pero, totalmente al contrario que los japoneses (que manejan con bastante caballerosidad sus relaciones laborales), tratamos a los trabajadores con nula cortesía.

¿Cual será entonces el mínimo denominador común de la longevidad? ¿Quizá precisamente practicar los extremos de cualquier cosa, sea la que sea? ¿Así los seres humanos nos desahogamos y vivimos más tranquilos? Quizá en esos detalles se hallen los secretos de la longevidad y la genética; no lo sé. Donde evidentemente no vamos a encontrarlos será en la capacidad para la penitencia y el examen de conciencia. Porque las grandes manifestaciones públicas de arrepentimiento son muy propias de Japón, pero aquí basta escuchar un rato a personajes como Otegui o Torra para saber que, en estas latitudes, tal cosa no la vamos a presenciar ni aunque vivamos cien años.