Opinión

Un acuerdo de mínimos entre PP, Cs y Vox

PP, Ciudadanos y Vox son partidos distintos, por mucho que se los incluya a todos ellos dentro del etiquetado genérico de «derecha». Serían en todo caso «derechas» claramente diferenciables en bastantes aspectos sociales y económicos. Pero, sentado lo anterior, tampoco deberíamos obviar todas aquellas cuestiones que unen a estas tres formaciones políticas, sobre todo en el campo económico. A este respecto, tomemos el ejemplo del reciente acuerdo frustrado de investidura en la región de Murcia. Allí, PP, Ciudadanos y Vox acercaron posturas alrededor de las propuestas recogidas en un documento que bien habría podido estructurar la acción de gobierno de un Ejecutivo apoyado por estas tres formaciones.

Más en particular, el texto acordado por PP y Vox contenía varias ideas que habrían sido muy saludables para revitalizar la economía murciana y que habrían podido ser apoyadas sin dificultades por Ciudadanos. Primero, una rebaja fiscal para familias y empresas; segundo, el compromiso de adelgazar la administración para volverla más ágil y transparente; tercero, una exhaustiva revisión de los programas de subvenciones públicas con el objetivo de eliminar todas aquellas con un contenido más ideologizado; y, por último, libertad parental para escoger centro docente para los menores de edad.

El programa distaba de ser perfecto y, de hecho, en algunos aspectos se notaba la mano incoherente de Vox: verbigracia, cuando renegaba de las subvenciones pero al tiempo las defendía para apoyar «a nuestra cultura y a nuestras tradiciones»; o cuando decía querer reducir el tamaño de la Administración y simultáneamente promovía planes administrativos de apoyo a la natalidad. Sin embargo, es en esas cuestiones tan contradictorias donde la influencia correctora de PP o de Ciudadanos cobraría pleno sentido –si es que no son ellos mismos víctimas de contradicciones similares–: en lugar de vetar cualquier tipo de acuerdo a tres bandas, lo razonable sería que estas tres formaciones consensuaran un programa de mínimos con aquellas políticas comunes que juzguen beneficiosas para los murcianos –y para los españoles–.

Es perfectamente comprensible que Ciudadanos se niegue a ceder en determinados aspectos y que incluso los eleve a la categoría de «línea roja» para formalizar un acuerdo de Gobierno. Cada partido tiene su propia jerarquía de valores y es del todo lícito que Ciudadanos vete gobiernos que conculquen alguno de esos valores fundamentales. Lo que, en cambio, tiene bastante menos sentido es que Ciudadanos se niegue a suscribir un documento con Vox aun cuando este documento resulte del todo compatible con su ideario. Si los tres partidos son capaces de encontrar puntos de unión –que existen– y, además, Ciudadanos no se ve forzado a ceder en ninguna cuestión que considere crucial –cosa que no sucede–, ¿cuál es la lógica de bloquear un acuerdo programático compartido? ¿Por qué bloquear una investidura reformista y mínimamente liberal por el mero rechazo escénico a pactar con Vox? A lo que hay que oponerse es a las malas ideas al margen de donde vengan, no a las personas al margen de lo que propongan.

A la postre, la alternativa a un acuerdo de Gobierno PP-Cs-Vox, no sólo en Murcia sino también en Madrid, es o un gobierno de izquierdas con apoyo de Ciudadanos o una repetición electoral que podría otorgarle una mayoría suficiente a la izquierda.

Y esa opción sí sería verdaderamente dañina: más impuestos para familias y empresas; más trabas burocráticas; más subvenciones ideologizadas; y menor libertad de elección parental en la educación. Señorías: superen sus fobias, negocien y alumbren un acuerdo –aunque sea de mínimos– que amplíe las libertades del conjunto de la ciudadanía.