Opinión

La «picadora» de Sánchez

Como el rosario de la aurora. Las maquinarias de La Moncloa y Ferraz se han puesto a trabajar de inmediato tras el fracaso de la última intentona de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para asentar el campamento-base del pleno de investidura de dentro de dos semanas. Uno, me dice un dirigente del PSOE, «no podía ir más allá». Y el otro «no quería exigir menos».

Como en una partida de mus, Sánchez e Iglesias llevan el último mes mandándose envidos, y este martes se han lanzado un contundente órdago de muy imprevisibles consecuencias. ¿La primera? Que la repetición de las elecciones, lejos de ser un espantajo que nadie quiere, es una hipótesis que no se puede descartar.

Iglesias sabía que tal vez estaba ante su última oportunidad para salvar su estatus de «casta» ante el derrumbe de Podemos: acceder a la Vicepresidencia y, con ese brillo institucional, pilotar sin contestación interna su relevo en la Secretaría General del partido para que Irene Montero tome las riendas: «Sí, pudimos».

«A Pablo no le vale otra cosa que entrar en el Gobierno. Y con galones», señalan mandatarios morados. Los mismos que no ocultan el pánico ante la posibilidad de que su jefe haya vuelto a medir mal sus pasos. Como en la investidura de 2016, cuando le hizo a Sánchez medio Consejo de Ministros y luego le negó incluso una abstención.

Muchos en Podemos se temen lo peor. La guerra está declarada. La «máquina de picar carne» socialista se ha puesto en marcha. Estrategas socialistas no paran de crear «relatos» que seguramente encontraremos reproducidos en el largo ejército de medios afines al cuartel general del puño y la rosa, con TVE a la cabeza. Que Iglesias es un ambicioso sin mesura. Que quiere imponer un programa populista a un Sánchez vestido ahora con el traje de moderado. Que está dispuesto a «prender fuego» a la situación en Cataluña jugando con un referéndum de autodeterminación...

La segunda parte de la ecuación, que ya lleva circulando desde que Sánchez compareció en Telecinco el jueves, es convencer a los votantes de izquierda de que el PSOE necesita una «reagrupación» de votos. Una suma que le dé los escaños suficientes para pilotar su proyecto y su «agenda social». Muy de izquierdas pero, eso sí, con una escenografía ponderada que tranquilice a los influyentes agentes sociales, al IBEX-35 y a Bruselas. Una nueva versión del «talante» del que alardeaba Zapatero, empleado en esta ocasión para arrinconar de paso a Ciudadanos y al Partido Popular. Puro marketing.

Tras el fracaso de la cita de ayer, el agit-prop de La Moncloa ha activado una «seria advertencia»: o hay investidura en la votación del 23 o habrá urnas en noviembre. Seguramente, se trata de contrarrestar esa «especie» con la que Iglesias y Montero tranquilizan a sus bases, de que si no hay gobierno en julio, lo tendremos en septiembre. Habrá que ver si, para entonces, el líder de Podemos no está convertido en picadillo.