Opinión
Zapatero creó la burbuja renovable
España es uno de los países europeos con una factura eléctrica más cara para las familias. En el segundo semestre de 2018, el precio del kWh ascendió a 24,7 céntimos, sólo por detrás de Irlanda (25,3 céntimos), Bélgica (29,3 céntimo), Alemania (30 céntimos) y Dinamarca (31,2 céntimos). Si excluyéramos los impuestos de esta comparativa, seríamos el tercer país con la electricidad más onerosa del continente. Así pues, y dejando de lado la conveniencia de bajar impuestos para aligerar el sobrecoste del recibo de la luz, parece claro que nuestro «hecho diferencial eléctrico» no se basa en que la fiscalidad sobre los kWh sea peor en España que en nuestros vecinos europeos: la razón de por qué el suministro eléctrico nos resulta más caro que en el resto de Europa habrá que buscarla en otro lugar.
¿Y cuál es ese otro lugar? Sin quererlo, el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero ha terminado reconociéndolo esta misma semana, cuando ha explicado que durante su mandato se generó una burbuja dentro del sector de las energías renovables. Recordemos.
Entre 2004 y 2009, el Gobierno de España otorgó unas generosísimas primas a la instalación de nuevas centrales de tipo renovable, ya fuera la eólica o la solar fotovoltaica, que multiplicaron su presencia dentro de nuestro sistema eléctrico. El compromiso asumido con estas primas políticas es que el Estado les garantizaba a sus inversores una remuneración muy superior al precio que percibían el resto de centrales.
Obviamente, tales sobrerremuneraciones a las renovables sólo podían extraerse de un sitio: del bolsillo de los ciudadanos. En este caso concreto, la sufrida víctima que hubo de cargar (y que sigue cargando) con las promesas exorbitantes que efectuaron nuestros políticos fue el consumidor de electricidad: a la postre, las primas a las renovables se han integrado dentro de los llamados «peajes de acceso», los cuales forman parte del precio final de la factura eléctrica.
Durante algunos años, sin embargo, esta bomba de relojería se mantuvo escondida a ojos del público, dado que decidió ocultarse el encarecimiento de la electricidad bajo la alfombra del llamado «déficit de tarifa»: es decir, durante años, los españoles estuvimos pagando un precio por debajo del coste real de la electricidad. A cambio, claro está, de que en el futuro abonáramos un precio más alto que su coste.
Pues bien, en estos momentos ya nos hallamos en ese futuro. Estamos pagando plenamente la hipoteca que contrajo Zapatero a nombre de todos los españoles. Nuestra factura eléctrica se halla disparada por culpa de las muy caras renovables instaladas durante su mandato, todo lo cual resta competitividad a nuestra economía y minora nuestra capacidad de crecimiento.
Algunos, en rigor a la verdad, ya advertimos en su momento de que esto es exactamente lo que terminaría ocurriendo. En un estudio dirigido por el economista Gabriel Calzada, y en el que tuve el honor de participar, estimamos que las primas a las renovables iban a destruir 2,2 empleos por cada uno que prometían crear. Tales conclusiones llegaron al Congreso de EE UU y, merced a ello, los republicanos consiguieron paralizar los «planes verdes» de Obama. En aquel entonces, algunos medios españoles nos tildaron de «antipatriotas» por haber frustrado potenciales inversores españolas en EE UU. En realidad, sólo evitamos que la primera potencia mundial repitiera el gravísimo error en el que habíamos caído nosotros. Un error que ahora, más de una década después, sus principales autores ya comienzan a reconocer.
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