Opinión

El "nuevo tiempo" de Pablo

Probablemente lo peor que puede pasarle a un dirigente de un gran partido es que los tiempos políticos le pasen por encima. Cuando algo así sucede, es mejor ahorrar esfuerzos, dejarse llevar hasta un lugar sin turbulencias y tratar entonces de afrontar el regreso a tierra. Al menos, eso es lo que aconsejan los socorristas al bañista a quien lleva la corriente.

Pablo Casado no ha tenido respiro desde que llegó hace un año para liderar un PP noqueado por la moción de censura y con la militancia «en coma» y desnortada tras el proceso de primarias. Ni siquiera ha disfrutado de un momento para otear el futuro.

Rehacer a marchas forzadas una estructura dirigente sin experiencia en esas lides. Afrontar a las primeras de cambio las elecciones en Andalucía. Cerrar la doble hemorragia de militantes hacia Cs y Vox. Asumir la diabólica tarea de confeccionar las listas electorales de cuatro comicios. Y lanzarse a una interminable campaña electoral que ha consumido todo un año... Misión imposible hacerlo con calma.

Ahora, a falta de coser los «flecos» de Madrid y Murcia, Casado ha decidido echar el freno. Cierto que sobre él planea aún alguna otra urgencia, como aupar a unos o a otros en tiempos en que los trampolines no le sobran al PP. Y en los próximos días tendrá que quitarse de las manos la «patata caliente» del nombramiento de sus portavoces parlamentarios. Sin embargo, el balón de oxígeno de ver a Martínez Almeida en la alcaldía de Madrid y a Fernández Mañueco en la presidencia de Castilla y León, y de comprobar que Isabel Díaz Ayuso y Fernando López-Miras ya están «en capilla», le permite mirarlo todo de otra forma y plantearse que ha llegado el momento, si desea liderar el centro derecha, de empezar a guiar de verdad. En este último año, Casado ha debido probar en más de una ocasión las amarguras de la sobreexposición mediática. Ir de plató en plató y de micrófono en micrófono desgasta y hace que sea uno mismo quien impide aflorar justo aquellos asuntos a los que su formación desea otorgar recorrido en la opinión pública. El presidente del PP es un líder consolidado. No tiene adversarios internos de envergadura. Su enemigo sólo es él mismo. Su carácter tan exigente con la inmediatez, su ansiedad, sus ganas mediáticas, le pueden complicar el recorrido. Por ello debe administrar sus momentos y gestionar inteligentemente sus decisiones. Ya toca, sin prisas, convencer a los escépticos de que su partido, en su mano, tiene la receta para ser la alternativa que saque de Moncloa a Sánchez.