Opinión
Neorrealismo
¿Qué? ¿Se les ha pasado ya el susto? A mí no del todo. Ya estamos a jueves y todavía tengo la respiración un poco entrecortada por lo que pudimos ver el lunes y martes. A poco de empezar los debates, quedó claro enseguida que de las mejores o peores argumentaciones de nuestros políticos no iba a depender nada en esta investidura. El resultado no obedecerá a razones ponderadamente expuestas por estadistas de talla, sino que vendrá dado por intereses que se están cociendo en otras salas mientras nuestros representantes sencillamente actúan de cara a la galería.
La vacuidad de las propuestas de gobierno que hizo Sánchez fue lacerante. La única credencial sólida que parecía aducir para merecer ser presidente era su maestría en el arte de dejarse entrevistar. Eso sí, en esa especialidad debe reconocerse que Pedro Sánchez es un as y conoce además que ese don le llevará muy lejos. Fíjense que todos los diálogos de su proyecto gubernamental de «coaliperación» los ha mantenido con sus posibles socios desde los medios de comunicación. Mi momento favorito fue hará cosa de dos semanas, en una amplia entrevista que dio a la Sexta. Aquel día, se veía obligado a intentar captar al podemita indeciso, para evitar que un Iglesias en caída libre rentabilizara la posible compasión residual que suscita aquel que ha sido humillado y apisonado políticamente en público. Para cerrarle su última salida, Sánchez cambió ese día de personaje y dejó de lado la figura de alto desdeñoso para pasarse a la de buen tío que solo aspira a un poco de comprensión y que no le juzguen duramente. Recordaba a aquellos galanes de película neorrealista tipo «Divorcio a la italiana» en el momento que le decían a su santa que no les tuviera en cuenta una infidelidad, que «la otra» era puntual, una veleidad olvidada, si tú sabes que yo solo te quiero a ti, tonta. Captando benevolencia, imitaba perfectamente la mirada del cachorro apaleado. Cierto es que a veces sobreactuaba un poco grotescamente, pero es que el arco de verosimilitud del neorrealismo es amplio: tanto abarca al mejor Marcello Mastroianni como el peor Lando Buzzanca. El resultado de hoy ya es lo de menos. Lo que aterra son esas maneras para alcanzarlo.
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