Opinión
El jaque de Pablo Iglesias
A estas alturas, está claro que las negociaciones entre PSOE y Podemos se han parecido como un calco a aquellas larguísimas partidas de ajedrez de la era soviética entre Karpov y Kasparov. Sánchez e Iglesias han ido moviendo sus fichas en el tablero buscando el jaque. Habrá que ver quién acaba finalmente dando el «jaque mate». Seguramente, para eso habrá que esperar todavía...
Sin duda, el líder del PSOE ha terminado desconcertando a todos. Nunca buscó lo que necesitaba ni quiso bajar a la arena a fajarse en busca de apoyos, a un lado u otro del Congreso de los Diputados.
En cambio, la «operación Iglesias» ha estado cada vez más clara y da señales de tener rentabilidad a medio plazo. El líder morado se ha fajado por sus siglas en una apuesta estratégica que al principio no se vislumbró y ahora es más visible que nunca: apuntalar a su sucesora, Irene Montero, para ungirla en un Vistalegre III. Eso sí, cuando él considere oportuno. Los tiempos son solo suyos.
Caben pocas dudas, pase lo que pase finalmente -ni siquiera un acuerdo garantiza el final de este «culebrón»- de que la vicepresidencia del Gobierno de Irene Montero apuntalaría y aceleraría el plan de convertirla en «heredera- sucesora» de Pablo Iglesias. Así lo tiene previsto al menos el líder morado. Con el foco sobre ella, siempre sería mucho más fácil instalar en la militancia un clima de opinión favorable al relevo en la cúpula. Irene Montero, dicen las personas que manejan Podemos, «llegaría en volandas» a ese próximo cónclave en el que cedería los papeles Pablo Iglesias.
No se descarta que ese congreso del adiós del «jefe supremo», fuera mucho antes de febrero de 2021, la fecha límite para su celebración. Claro que, en la designación del día, sobre todo va a tener que ver la convivencia salga entre PSOE y Podemos (que a nadie se le escapa, va a ser muy complicada) después de este intenso trance vivido tras el ciclo electoral del 28-A y el 26-M y de las negociaciones posteriores para dar a luz un Gobierno de coalición.
Vistos los acontecimientos de las últimas horas, haciéndose a un lado, Pablo Iglesias logró levantar cabeza y, en cambio, Pedro Sánchez empezó a perder pie. En román paladino, el secretario general de Podemos le achicó el espacio de golpe al presidente del Gobierno. Y eso descolocó al núcleo duro del PSOE –Iván Redondo, incluido– hasta el punto de obligarle a mover ficha y aparcar su convencimiento de que lograrían gratis et amore los votos de quienes tiene a su izquierda.
El desdén con el que Pedro Sánchez trató a Pablo Iglesias en el arranque del debate de investidura marcó el duelo y fue contraatacado por el líder de Unidas Podemos, quien en su fuero interno siente igualmente un enorme desprecio por el jefe de filas socialista, al que ve «carente de férreos principios» y como una suerte de «arribista». «Si Sánchez creía ir a un paseo triunfal», han repetido una y otra vez dirigentes morados, «se equivocó de parte a parte». Confirmada la soledad parlamentaria de Pedro Sánchez, la contrariedad se apoderó del socialismo oficial. Hasta la votación de este jueves el roto ya está hecho.
Mientras, Pablo Iglesias, curtido en el dominio de la puesta en escena, vio cómo su estrella ha brillado de nuevo. Había saltado de repente por encima de sus miserias electorales. Sus purgas internas (como la de Iñigo Errejón) o la descomposición organizativa aderezada con las voladuras territoriales eran agua pasada. Así que, deseoso de recetar la misma medicina de desprecio que él ha venido recibiendo de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias está dispuesto, si puede, a birlar al PSOE los réditos que ha ido obteniendo gracias a su anclaje institucional.
Sin embargo, si se culmina, la entrada en un Gobierno de Podemos, el primero de coalición en cuarenta años, lo cambiará todo y le permitirá taponar las vías de agua, ya que las lealtades dentro de los partidos (aunque siempre se niegue, vistiendo casi todo de pureza de ideas) están muy relacionadas con el número de nóminas garantizadas, que se exprimen al máximo para construir y asentar los liderazgos políticos. Y en algo Pablo Iglesias ya se ha anotado una victoria ante propios y extraños. «Colocar» a Irene Montero en la «primera división». Y confirmar que la actual portavoz está llamada a todo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar