Opinión
Streacking en el hemiciclo
La armonía universal con la naturaleza va a tener que esperar, como mínimo, hasta setiembre. El espectáculo de ayer en la investidura recordó lo que hace muchos años se dio en llamar «streaking». Consistía en presentarse desnudo en público y darse unas carreritas antes de ser reducido por seguridad. La palabra que designaba esa conducta ha caído en desuso, pero la costumbre se sigue dando en retransmisiones deportivas; solo que las cámaras ya no se muestran interesadas. Ayer en el hemiciclo no fue necesario ningún niño que dijera que el emperador iba desnudo. Y no lo fue por dos razones: porque no había emperador y porque eran los niños los que campaban sin ropa por los escaños. Para cualquier tipo de negociación de gobierno conjunto se necesitan como mínimo 80 días de reuniones de comisiones programáticas entre aquellos que estén implicados. Ayer, en cambio, lo que oímos en el Congreso fueron regateos sin peso que se emitían desde la tribuna principal aprovechando el turno de palabra y de respuesta. Tras escuchar barbaridades, ocurrencias y superficialidades vacuas estaba claro que nos íbamos al 23 de setiembre porque allí, por mucho que amenazaran, todos sabían que al público votante no se le podía pedir, después de todo lo que ha pasado, que aceptara pulpo como animal de compañía. La sensación de fracaso que han transmitido las izquierdas hará su agujero, que duda cabe. La mayor o menor profundidad y el lado hacia el que se amplíe dependerá de si aprovechan la lección para definir un espectro programático. En caso contrario, podemos prepararnos para las elecciones del 10-N, posibilidad real que crece por momentos. El plan original de cargar al otro con la responsabilidad de la repetición electoral, que tan claro parecía hace pocas semanas, se ha complicado. El público ha visto a sus señorías en acción y ha comprobado que su capacidad de negociación y pacto deja mucho que desear. Pierden oportunidades de oro por inseguridades, vanidades y desconfianzas. Es un efecto lógico de la infantilización de la política y los inconvenientes de pretender negociar por WhatsApp. Si quieren llegar a septiembre con algo más sólido habrá que obligar a sus señorías a dejar los móviles fuera de clase y que se vistan antes de entrar al hemiciclo. La idea de mirar más lejos y usar esas elecciones para laminar más al oponente directo de la propia facción, podría también haber quedado obsoleta. En el interín, puede aparecer la sentencia del «procés» y colocar a dos millones de supremacistas asustando a la gente por las calles. Eso, sumado a la abstención de los decepcionados, podía complicar el panorama y terminar perdiendo todos los negociadores. Esa es la razón por la que han tratado con especial indulgencia a los rudimentarios discursos tipo Buzz Lightyear con los que ha debutado Rufián. Puede que en los próximos meses aprendan a vestirse haciendo prácticas con un taparrabos y quizá se llegue a algo. Solo que el público votante, al igual que pasó con el streaking, puede que ya no se muestre demasiado interesado en ello.
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