Opinión
Cronicón
Podemos no suma con el Psoe una mayoría suficiente para gobernar, pero ha exigido una cuota de poder como si, proporcionalmente, le sirviera al Psoe para conseguir mayoría absoluta. Siguiendo esa lógica, los votos que faltan para asegurar un gobierno mínimamente estable, deberían ser dignos también de otras cuantas carteras ministeriales (¡pues se negocian las poltronas, no un programa conjunto de gobierno!). Así, ERC, Bildu, PNV, el señor de Cantabria... o quien fuere que los facilitara, podría reclamar «su» ministerio. Con vicepresidencia asociada. Lo de las vicepresidencias semeja ser asunto paranormal: nunca hubo posibilidad de crear tantas vicepresidencias como ahora. En un momento dado, y siguiendo el desarrollo de las negociaciones, más parecía que el gobierno pudiera llegar a contener 17 vicepresidencias, y ningún ministerio. Podemos, en realidad, le exigía al Psoe tantas cosas porque estaba intentando cobrarse el precio de la moción de censura que hizo presidente a Sánchez. No pedía en proporción a los escaños que tiene hoy, sino de acuerdo a lo que considera merecer por haber sacado adelante el primer movimiento de la estrategia que llevó a Sánchez al palacio de la Moncloa. Rivera, mientras muchas de sus figuras clave salen en «desbandada», irónicamente hablaba de una «banda»; hasta la saciedad. Casado ha optado por la prudencia. Adriana Lastra le ha sacudido a Pablo Iglesias un zasca parlamentario de los que hacen pupa. De Vox no puedo decir nada porque la Sexta puso publicidad en cuanto Abascal subió al estrado, y me fui a hacer la compra aprovechando el intermedio. Lo que hace falta es sentido común y voluntad de gobernar este pobre país en aras de su prosperidad, no de objetivos debidos a la locura, el odio o la estupidez. Si bien yo soy optimista y muy, mucho, española, que decía aquel: verbigracia, en el Reino Unido, que pocas veces ha tomado la dirección equivocada de la historia, ha llegado al gobierno Boris Johnson. Otro rubio oxigenado como Trump, cuya reputación tarambana da miedo. Así son estos tiempos. Un surtido de personajes impecablemente ridículos está dirigiendo el mundo. Y si nos ponemos a comparar –excepto Portugal, siempre sensato–, somos una bicoca. Aunque..., sí: visto lo tal y tal, parece que en España al final siempre se confunde lo de «negociar» con «hacer negocios». (Socorro).
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