Opinión

La «gramática» de Francisco

Se hace particularmente urgente, diría yo, indispensable, que la humanidad renueve y refuerce la alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos. Aceptar y comprender la relación entre el Creador, el ser humano y la creación, es fundamental en la cuestión que nos ocupa. Esto es imprescindible para la cuestión ecológica y no se puede olvidar, si queremos de verdad no agravarla sino encontrar soluciones para ella. Por ello, una vez más, volvemos a la gran cuestión que sale por todas las partes: la cuestión de Dios.

ElPapa Benedicto XVI lo dijo ya con su claridad y honestidad intelectual que le caracterizan: «La naturaleza está a nuestra disposición no como un ‘montón de desechos esparcidos al azar’, sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para ‘guardarla y cultivarla’ (Gen 2,15). Pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario...

Reducir completamente la naturaleza a un conjunto de simples datos fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo incluso para la cultura. El hombre interpreta y modera el ambiente natural mediante la cultura, la cual es orientada a su vez por la libertad responsable atenta a los dictámenes de la ley moral (CV 48). Y también el Papa Francisco reafirma estos criterios con fuerza en esta encíclica que nos abre a la ecología integral, que él acuña y que engloba también la ecología humana, que la reafirma en todas sus páginas situándola en un contexto más amplio y envolvente, y, si cabe todavía más comprometido aún, en que la naturaleza no se puede considerar más importante que la persona humana.

Estamos ante una gran Encíclica del Papa Francisco sobre la ecología, profundamente iluminadora, que marca un hito como lo marcó también la gran encíclica social de León XIII, Rerum Novarum. Una encíclica en continuidad total y armónica del magisterio de la Iglesia y de los últimos Papas, pero que da un gran paso adelante y abarcante en esta temática tan principal. La encíclica Evangelium Vitae de San Juan Pablo II ilumina la gran cuestión del siglo XXI que es la cuestión de la vida; esta Encíclica del Papa Francisco prolonga esta gran cuestión situándolo, además, en la gran cuestión, decisiva cuestión, que tenemos en este nuevo milenio que es el la ecología integral.