Opinión

El tufo filoetarra

A muchos socialistas les ha sorprendido el perfil bajo del Gobierno de Pedro Sánchez en la toma de posesión de la socialista María Chivite como presidenta de una comunidad, la Navarra, estratégica para la estabilidad de España. Una representación inapropiada para un acuerdo que, según La Moncloa y Ferraz, era «sin complejos»: Luis Planas y José Luis Ábalos no parecen el mejor aval en el pistoletazo de salida de una aventura con destino, como poco, peligroso. Ni la vicepresidenta, ni ninguno de los llamados «ministros de Estado»...

Mucho menos debe sorprender, claro, el entusiasmo con el que el nacionalismo vasco afronta esta nueva legislatura basada en un pacto contra natura, cuya llave de apertura y cierre la tiene... ¡Arnaldo Otegi! Como es lógico, ver al lendakari, Íñigo Urkullu, visiblemente eufórico, jaleado por sus simpatizantes a las puertas del mismísimo Parlamento de Navarra, ha sembrado la alerta en las filas de UPN, PP y Ciudadanos.

Una visita que sigue a la que hace unos días cursó a Chivite el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para así bendecir el «sí» de nacionalistas, populistas y proetarras.

Como a cualquier otro cargo público, a la nueva presidenta navarra se le deben cien días de gracia. Pero, como suele decirse, «por sus hechos los conoceréis». Y a más de media Navarra, y al resto de España, le inquieta tanto derroche de simpatía del socialismo navarro hacia un nacionalismo vasco que guarda en la recámara de su historia la OPA hostil a su comunidad. Y le inquieta no menos ese nuevo mantra que Chivite y el ministro Planas (enviado especial de Sánchez a la apertura del «nuevo tiempo») repiten desde hace horas: la «Navarra plural».

Plurales son los navarros, sin duda. Pero, el compromiso del histórico Reino con la foralidad, la Monarquía y la unidad de España es incompatible con las ansias independentistas de Urkullu y Ortuzar, y ya no digamos con el negro, sangriento e inhumano currículum de Otegi.

Si María Chivite quiere ganarse sus galones, debe ejercer como presidenta de Navarra. Es decir, ser dique de contención de las ansias anexionistas, nunca ocultadas, del vecino vasco.

Pero, ¿cómo hacer para superar la desconfianza de estar en el sillón del poder con el tufo del apoyo de la filoterrorista Bildu? Increíble. Inmoral. Aunque cierto, por desgracia. La parábola del «árbol y las nueces», que apadrinó el desaparecido Xabier Arzallus, vuelve a ponerse de actualidad.