Opinión

¿Por qué fracasó Macri?

Las primarias para la elección de candidatos presidenciales en Argentina sirvieron como una macroencuesta nacional para anticipar cuál puede ser el resultado dentro de apenas dos meses. Y en esa macroencuesta nacional, el fiasco del actual presidente, Mauricio Macri, fue tremebundo: el oficialista, antigua y frustrada esperanza liberal, apenas cosechó el 33% de todas las papeletas, mientras que el peronista Alberto Fernández (cuya número dos es la delictuosa Cristina Fernández de Kirchner) ha acaparado el 48% de los apoyos. Aunque tan sólo se traten de unas primarias y aunque todavía queden dos meses para intentar darle la vuelta al resultado, la distancia entre Fernández y Macri se antoja demasiado grande como para que quepa esperar una reversión.

De hecho, ni siquiera sumando los votos de otros candidatos antiperonistas, como Espert o Gómez Centurión, Macri lograría alcanzar el 40% de los votos totales. Por tanto, y salvo sorpresa mayúscula (más bien, salvo milagro), el peronismo regresará a la Casa Rosada. Pero, ¿en qué ha fracasado Macri? ¿Por qué los argentinos le han dado la espalda apenas cuatro años después de que despertara las esperanzas de una mayoría del país? A decir verdad, la tarea a la que se enfrentaba Macri no era sencilla: el país soportaba un déficit público enorme (6% del PIB) que el anterior Ejecutivo se dedicaba a monetizar en el banco central, generando consecuentemente inflación y tensiones depreciadoras sobre el tipo de cambio. Justamente para ocultar esas tensiones monetarias, Fernández de Kirchner impuso un cepo cambiario que impedía que los argentinos compraran dólares usando pesos, lo que de facto constituía una forma de expoliarles sus ahorros a través de la inflación.

¿Cuál era el proyecto que debería haber completado Macri? Primero, poner fin al origen de todos los males (el déficit público); segundo, estabilizar las expectativas de inflación con el convencimiento de que no habrá más monetizaciones futuras de las necesidades de financiación del sector público; tercero, una vez aplacadas las tensiones inflacionistas y depreciadoras, levantar el cepo cambiario; y cuarto, disfrutar de la entrada de nueva inversión extranjera en el país, con el impulso que ello generaría sobre el crecimiento económico. Pero Macri prefirió empezar la casa por el tejado: comenzó levantando el cepo cambiario sin haber remediado el problema del déficit, lo que de entrada provocó una depreciación del peso (que pasó de 9 a 14 pesos por dólar en cuestión de meses) y, conforme los inversores internacionales comprobaron que Macri no iba a cambiar nada verdaderamente decisivo, pasaron a huir en desbandada (incluso después de que el Fondo Monetario Internacional tratara de auxiliar al gobierno argentino con un préstamo de emergencia).

Así las cosas, el tipo de cambio del peso se ha hundido hasta los 45 pesos por dólar a los que cotiza actualmente. Macri apostó por el gradualismo (por ir poquito a poquito sin hacer demasiado ruido) y ese gradualismo ha terminado enterrándolo: cuando requieres de una terapia de choque y sólo ofreces parches, lo esperable es que fracases.