Opinión

Piromaquia

En agosto, llegan las fiestas de los pueblos. La noticia de que, en las festividades de mi localidad catalana, las «colles de diables» han creado una federación para promover su buena imagen en los colegios me ha dejado, con franqueza, estupefacto. Tales «colles» son unas máscaras tradicionales que en las fiestas se dedican a tirar petardos. Yo les tengo mucho cariño. Son unos gamberros simpatiquísimos con los que me he cogido unas borracheras tremendas. Ahora bien, vamos a intentar no perder la cordura. Estamos hablando de unos juerguistas cuyo objetivo siempre ha sido, en general, terminar los días de fiesta con una curda considerable.

Ahora, sin embargo, estas nuevas federaciones (¿federaciones de petardistas? ¿hasta dónde va a llegar la locura humana?) afirman que ellos crean un espectáculo cultural de color y ruido. Discúlpenme, pero si les gusta el color propongo mejor consultar la entrada «Monet» en Google. En cuanto al ruido, desearía llamar la atención sobre que está científicamente demostrado el riesgo patológico del estruendo del petardo a no ser que, por supuesto, uno esté convenientemente sedado con los niveles adecuados de whiskey o ron.

Me cuentan que esta pedagogía trata de prevenir riesgos. Yo creo que la mejor manera de prevenirlos sería no tirar el petardo. Si perdonan mi atrevimiento, sospecho que nos estamos encaminando hacia el día en que todas estas iniciativas tendrán como objetivo lavar la cara a nuestras descacharrantes federaciones y conseguir que se mantengan para cobrar las subvenciones correspondientes. Enciendo el petardo, quemo a mi convecino y cobro por hacer un cursillo explicándole los riesgos de que le queme. ¿Habrán dado nuestros tradicionalistas con el truco de ensueño para estar en misa y repicando?

El truco consistirá seguramente en hacer pasar por verdadera la trola de que estas tradiciones provienen de siglos ancestrales, cuando en realidad todas las inventamos anteayer en la transición, para chinchar al poder un día que llevábamos una trompa de espanto. Por supuesto, no quiero ni pensar la que se iba a liar si un día al gobierno central se le ocurriera ofrecer cursillos de tauromaquia preventiva en los colegios.