Opinión

Síntoma de frustración

Hoy en día, que tanto critican la Transición quienes no la vivieron, estaría bien recordar que el espíritu del 78 fue un ánimo de consenso, de pacto. Y que uno de esos consensos fue no usar como arma política el tema de la lucha antiterrorista en los debates partidistas.

El president Quim Torra esa muñeca hinchable que tenemos los catalanes por presidente regional, estaba últimamente muy desinflado y no se le ha ocurrido nada mejor que las insinuaciones conspiranóicas para manipular políticamente el aniversario de los asesinatos islamistas de La Rambla. Buscar protagonismo a través de esos métodos en un momento en que en Cataluña faltaba el aire (al independentismo y también a la muñeca), ha sido un intento tosco, provinciano y bastante repugnante moralmente. Ya desde el 11-M y la época de ETA, sabemos que aquel que tiene que recurrir a estos medios para decir algo solo muestra la impotencia política y la frustración ideológica que en ese momento aqueja a su bando.

Hablamos de un pinchazo en toda regla (me refiero esta vez al independentismo en general, no a la muñeca) que ha sentado tan mal como la iniciativa de las instituciones de crear su propia asociación de víctimas, a medida y solo desde el crimen de hace dos años. Ya existían, desde mucho antes, asociaciones transversales solventes y esa creación parece más un intento de manipulación que otra cosa. Las víctimas, lógicamente, se han enfadado y han preferido que en el acto conmemorativo de ayer ningún político hiciera discursos. Los políticos se han dado cuenta de que se habían excedido y, abochornados, han pensado que sería mejor estarse un rato callados. No hubo discursos en el acto conmemorativo y, por suerte, solo insistió en las faltas de respeto algún viejo jipi totalmente insignificante. ¿Se dan cuenta el punto de incompetencia gubernamental que hemos alcanzado en Cataluña para que la población lo mejor que espere de los políticos sea que no abran el pico?

La alcaldesa de Barcelona Ada Colau tampoco tuvo su semana. Quiso practicar la equidistancia, pero entendió mal el argumento. La equidistancia es mantenerse a la misma distancia de dos posiciones políticas. Colau no lo entiende bien y lo que termina haciendo todas las veces es intentar mantenerse a la misma distancia entre moralidad e inmoralidad. Algo parecido a cuando intentaba dar gato por liebre con lo de que el rapero Valtonyc estaba perseguido por cantar un rap. No señor. El rapero estaba reclamado por la justicia, no por cantar, sino por emitir mensajes de odio. Si la justicia persiguiera a la gente solo por cantar rap y por hacerlo mal, la mitad de mis amigos estarían entre rejas y, por suerte, ahí andan, felices, tomando cañas. Era inmoral ya entonces jugar a confundir las cosas solo para ganarte los votos de los raperos y, más aún, cuando había víctimas mortales de por medio entre los amenazados. Estas incursiones, poniendo carita de falsa ingenua, desde el terreno de la predica moral al terreno del inmoral fanatismo cínico propagandístico, ya las conocemos los barceloneses de nuestra alcaldesa. Lo preocupante es que no sé si realmente se da cuenta esta vez del polvorín que tiene bajo el trasero. Porque con las actuales cifras de criminalidad sobre las que ha perdido el control y que están ascendiendo a la velocidad del Apolo XI, puede suceder que termine trayendo a sus administrados la verdadera equidistancia. Pero esta vez entre mortalidad e inmortalidad. No puede obviarse que el terrorismo islamista ha quedado comprobado que crece en los semilleros que se encuentran en la frontera de lo lumpen y los problemas sociales. Colau está sentada sobre una bomba de delincuencia social y se preocupa más de la estética que de prevenir lo que se nos viene encima. Con equidistancias no se consigue borrar el fallo de no haber previsto un par de maceteros de hierro forjado que hubieran ayudado a dificultar el crimen. Ni nadie se va a creer que la culpa de eso la tenga el CNI.

Los catalanes ya tenemos asumido que Torra es como el piloto automático de «Aterriza como puedas». Pero si Ada Colau verdaderamente quiere hacer algo por la gente ¿no podría contribuir a retirar todos esos hinchables del paisaje?