Opinión

Sánchez subirá los impuestos

Las finanzas públicas españolas no están evolucionando en la buena dirección. Si algo cabía reprocharle a la gestión de los años de Gobierno de Rajoy era que el déficit público no se reducía lo suficientemente rápido y que se hacía depender en demasía esa disminución de las subidas impositivas. Todo ello nos llevaba a un exceso de endeudamiento y de presión fiscal que debilitada tanto la solvencia de nuestra economía como su pujanza. Sin embargo, al menos, el déficit público sí disminuía y lo hacía de la mano del gasto público.

Midiendo ambas variables en relación al Producto Interior Bruto (PIB), tanto la una como la otra cayeron de manera ininterrumpida: en 2012, el gasto público ascendió al 44,4% del PIB y el déficit, al 6,8%; en 2017, en cambio, el gasto público era del 41% y el déficit del 3%. Ha bastado un año de Gobierno de Sánchez para que estas dinámicas comiencen a cambiar. De entrada, en 2018 el peso del gasto público sobre el PIB se ha incrementado desde el 41% al 41,3%, el primer incremento porcentual desde el año 2012.

Que el peso de los desembolsos estatales aumente en relación a la riqueza total que genera anualmente nuestra economía supone o bien que dejaremos de atajar el déficit público o bien que la totalidad de esa reducción recaerá sobre los ingresos tributarios (de modo que habrá que subir los impuestos a los ciudadanos o, en todo caso, renunciar a la holgura disponible para poder recortarlos). Y de hecho, en segundo lugar, todo apunta a que 2019 será el primer año, en todo lo que llevamos de crisis económica, en el que el déficit público no se reduzca sino que se incremente. No en vano, a mediados de este ejercicio, el desequilibrio presupuestario de la administración central, de las autonomías y de la Seguridad Social ascendió al 1,35% del PIB, un incremento del 7,5% frente al mismo periodo del año anterior. Teniendo en cuenta que el segundo semestre de este ejercicio estará marcado por una desaceleración mucho más intensa que el primero, la probabilidad de que terminemos el año peor de lo que lo empezamos –y de que los ingresos públicos evolucionen peor de lo esperado– es harto elevada.

Y en un contexto en el que la deuda pública sigue acumulando récord histórico tras récord histórico (en junio se ubicó en 1,21 billones de euros, el equivalente al 98,4% del PIB y muy lejos del objetivo del Ejecutivo para 2019, ubicado en el 95,8%), es obvio que un déficit expansivo no resulta sostenible, ni económicamente ni, dentro del marco de la eurozona y de su Pacto de Estabilidad y Crecimiento, políticamente.

Al final, pues, si el gasto público sigue aumentando y resulta preciso subir el déficit, no va a quedar otra que incrementar los impuestos. Ese ha sido desde siempre el programa económico del sanchismo: más gasto y más impuestos. Si jamás fue una buena idea, la actual coyuntura global no puede ser más desafortunada para empezar a aplicarlo.