Opinión

Microhembrismos

Egoísta, como todos los hombres», le oí decir el otro día a una amiga en una conversación. Estaba exaltada por un mal recuerdo y no hay que tomárselo literalmente como expresión de su pensamiento. Se trata de una mujer liberal y progresista que lo demuestra cada día con su conducta. Pero la facilidad con que se infiltran generalizaciones injustas en nuestros esquemas mentales señala la importancia de eso que se ha dado en llamar últimamente micromachismos.

Vale, el pedante nombre que le han dado al asunto es horroroso y no podía estar peor elegido, pero designa un comportamiento cierto y comprobable. Las ideas preconcebidas, los prejuicios, los estereotipos bobos, los topicazos, las conductas sesgadas abundan cuando los hombres se ponen a considerar a las mujeres y cuando las mujeres consideran a los hombres. Todo son generalizaciones injustas y connotaciones grupales. El problema de las generalizaciones (como de todo aquello que intente ser absoluto) es que o aciertas del todo o te equivocas del todo. Y, en estos casos, lo único verdaderamente general suele ser el error. Estamos en un momento sociológicamente muy interesante donde se está redefiniendo el papel del macho en nuestras sociedades. El nivel de hormonas agresivas ya no resulta tan determinante para la supervivencia como antaño cuando éramos tribus de cazadores. El cambio en la percepción de sí mismos de los varones irá ligado a detectar todas esas pequeñas conductas estereotipadas sobre la mujer y modificarlas. No debemos ser ingenuos y más nos vale aceptar que, tal como existen multitud de micromachismos, existen también microhembrismos. Solo reconociéndolos podremos combatir ambas generalizaciones. No es grave, tranquilícense. A cualquiera se le puede escapar hoy en día un microalgo. Venimos, al fin y al cabo, de un edificio de costumbres seculares pleno de lugares comunes falsos y tópicos que hay que reexaminar. Lo que no servirá es oponer a los molestos micromachismos unos similares microhembrismos. Y aún menos convertirse en torquemadas fariseos ocupados solo en denunciarlos, como si fuera posible que algún ser humano, empezando por el propio inquisidor, pudiera estar libre de todo pecado.