Opinión

Argentina entra en default

El Ejecutivo de Mauricio Macri ha gobernado cuatro años con pobres resultados. Tras suceder al peor de los peronismos, el oficialismo tenía sólo una misión por delante: estabilizar macroeconómicamente al país. Para ello, resultaba necesario erradicar el déficit público que estaba tensionando la inflación del país (no en vano, la incapacidad del Estado para financiar su déficit en los mercados abocaba a su banco central a tener que monetizar los pasivos del Gobierno, hundiendo consiguientemente el valor de la moneda). Macri, empero, optó por el gradualismo. Es decir, por recortes moderados del gasto ante la expectativa de que el venidero crecimiento económico del país elevaría lo suficiente los ingresos como para cuadrar las cuentas. Pero como el crecimiento económico no llegó, las cuentas siguieron descuadradas y el Ejecutivo, en lugar de aplicar una terapia de choque, se echó en brazos del FMI. Es decir, solicitó un crédito con el que ganar tiempo hasta que el crecimiento llegara y le salvara la papeleta. Es dudoso que el plan de Macri hubiese funcionado con más tiempo, puesto que ni siquiera el apoyo del FMI estaba sirviendo para estabilizar la confianza de los inversores en un gobierno que seguía gastando más de lo que ingresaba y que se encontraba cada vez más endeudado. Pero, desde luego, los acontecimientos financieros se precipitaron hace unas semanas cuando se celebraron las presidenciales argentinas y el peronismo resultó abrumadoramente vencedor. Nada más conocerse los resultados, el peso se depreció más de un 30%, la probabilidad de «default» de la deuda se elevó desde el 50% al 72% y la bolsa se hundió casi un 50%. Es decir, la desconfianza absoluta se extendió dentro del sistema y los capitales comenzaron a abandonar Argentina. ¿Qué sentido tiene mantener el ahorro dentro de las fronteras de una economía que en poco más de un mes va a estar gobernada por unos déspotas que pretenden disparar los tributos, imponer un corralito generalizado, prohibir las conversiones entre pesos y dólares, y decretar un repudio masivo de la deuda? Ninguno. La mejor decisión que puede tomar un inversor con intereses dentro de Argentina es huir de inmediato y antes de que le cierren las fronteras. Esa parece haber sido la convicción de gran parte de la comunidad inversora y, por eso, durante los últimos días la huida de capitales ha terminado por destrozar la capacidad de refinanciación del Ejecutivo. De ahí que este jueves pusiera sobre la mesa una petición de refinanciación a sus acreedores, incluyendo el FMI. En 2001, justo antes del terrible corralito, sucedió exactamente lo mismo. Entonces se le llamó «mega-canje». Ahora, volvemos a las andadas: el Estado es incapaz de pagar en tiempo y forma y suplica un aplazamiento. Pero no nos dejemos engañar. Si el gobierno no puede pagar es que ha entrado en suspensión de pagos. Se llama default selectivo. Como en 2001, Argentina no tardará mucho en caer.