Opinión
Pedrol Rius
Antonio Pedrol Rius fue el letrado que defendió al hombre que le había robado en su casa. Se compadeció de él cuando le escribió pidiéndole perdón y fue la primera vez en la historia de la abogacía que el propio perjudicado defendía al ofensor. Fue un personaje único, rico y de derechas, pero a la vez progresista y asiduo colaborador de «El País», se implicó desde el primer momento en la petición de la amnistía para los presos políticos, crítico con el papel político que se otorgaba al TC se alineó con los fieles a la monarquía, y trabajó para establecer la monarquía parlamentaria, a través de la máxima «de la Ley a la Ley». Hace un año fue derribado el «Xalet de Cala Morisca», un edificio emblemático de Salou, imponente y lujoso símbolo, que durante décadas representó el poder de un personaje nacido en Reus, criado en Tánger y que manejó a su antojo, el poder en Madrid. Un catalán influyente, como lo fueron tantos durante décadas, en la capital de un estado, hoy menguante por el acoso nacionalista. Estudió Derecho en Zaragoza y se doctoró en Madrid en 1932. En 1974, fue elegido decano del «Colegio de Abogados de Madrid», fue designado presidente del Consejo General de la Abogacía Española y en noviembre de 1976 en el Congreso Constituyente de la Unión Iberoamericana de Colegios y Agrupaciones de Abogados se convirtió en su primer presidente. Profesional de reconocido prestigio e independiente de las presiones partidistas, tras su último triunfo, declaró: «Mientras yo esté aquí, aquí no gobernará ningún grupo político». Fue senador por designación real en las primeras Cortes democráticas. Pedrol Rius murió soltero, sin hijos, ni hermanos ni descendientes. Su huella en su Catalunya natal ha desaparecido. Su casa en Reus ya no existe, el premio de investigación que se otorgaba anualmente ha dejado de ser convocado, la tumba del cementerio aparece descuidada y sucia. El último recuerdo de Pedrol, la casa en Salou, fue derribada. Luchó a las órdenes de Franco, en la desgraciada guerra incivil, desde los despachos jurídicos de Sevilla con Queipo de Llano. Hizo siempre política en la sombra. Su currículo lo afianzó como un eficaz tecnócrata en el Madrid de la dictadura. En 1948 fundó y dirigió el «Banco Mercantil e Inmobiliario» en Tánger, la suiza africana, el paraíso económico para una nueva élite que se enriquece con el contrabando de divisas, base del resurgimiento industrial español, cuyo máximo exponente fue Florenci Pujol (padre de un célebre president de la Generalitat). Pedrol, con su primo, Andreu Abelló, hicieron una enorme fortuna, vía Tánger. Fue el primero en desarrollar la industria de las tragaperras en Madrid, pero también tuvo la visión de inventar el turismo en la Costa Dorada, con la construcción de hoteles y apartamentos en Salou y Vila-seca gracias a su pericia en la gestión inmobiliaria vendiendo los terrenos que el Arzobispado poseía, así como los solares que sirvieron para la implantación de la primera industria química en Tarragona. En la urbanización Nuria de Salou, se quedó para él el rincón más privilegiado, entre Cala Morisca y Cala Cranc, se hizo un chalet hoy destruido. Personaje, que, a pesar de alguna sombra, brilló con luz propia.
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