Opinión

La mirada Thunberg

Hay dos aspectos inquietantes en lo que hace Greta Thunberg. El primero es la retórica de sus comunicados –que no transmiten la espontaneidad propia de su edad– y el segundo es la fijeza estática de su mirada, cual cara de muñeco sonriente coronada por un iris gélido con retranca.

Quizá sea porque soy de barrio, pero me cuesta ver en su arribada a Nueva York algo más que la noticia de que un grupo de pijos ha llegado a la ciudad en yate. Vaya novedad. No discuto que la causa sea buena, pero si ustedes fueran de mi generación quizá tendrían, como yo, la incómoda sensación de que, en el ecologismo, hemos cambiado los «cómics» de la contracultura por Marcelino Pan y Vino. Al fin y al cabo, en el barrio lo que deseábamos todos a los quince años es encontrar una buena excusa para hacer «pellas» (como se les llamaba en Madrid) o «campana» (como se decía en Barcelona). O sea, hacer novillos sin mística ninguna de por medio. Greta ha encontrado la iluminada excusa perfecta para dejar de ir al cole y por eso se la admira en el barrio. Pero al enterarnos de que tuvo su primera noticia del cambio climático a los once años y que cogió tal depresión que dejó de comer y hablar es cuando nos recorre el espinazo una sensación de un poco de mal rollo. Todos nos hemos encontrado con ese panorama y hemos intentado lidiar con él modificando nuestros hábitos de consumo. Es decir, hemos intentado seguir adelante sin tirarnos por el suelo y llorar arrancándonos las vestiduras. Los diagnósticos de posible neurosis, Asperger o mutismo selectivo que siguieron a eso hacen pensar que la niña sueca, o se apunta a alguno de los grupos de deporte de su escuela (para socializar y que le dé el aire), o estamos de nuevo ante perfiles como el de Linda Blair o Macaulay Culkin que solo es cuestión de tiempo y crecimiento verlos desnudándose en el «Interviú» del futuro.

No se confundan. Estoy totalmente a favor de lo que hace Greta. Cada uno escapa de la depresión como puede. Lo que me preocupa es lo que estamos haciendo nosotros. ¿Estamos queriendo decir que está bien explotar a los niños si el fin es una buena causa? Los seres humanos somos a veces bastante imbéciles. Estamos sacrificándola.