Opinión

Para la vuelta de vacaciones

La mayoría ya han finalizado o están finalizando sus merecidas vacaciones. Volvemos a la vida ordinaria, al trabajo de cada día, a la realidad de la que no podemos evadirnos. Como es sabido por muchos de mis lectores, este verano he realizado un largo y deseado viaje misionero para visitar como pastor suyo a sacerdotes valencianos que trabajan, enviados por la diócesis de Valencia en diversos países de Hispanoamérica: Chile, Perú, la selva amazónica peruana, Ecuador. Personalmente lo he vivido como una gracia del Cielo, tanto por ser la obra misionera que están llevando a cabo estos misioneros, de los que me siento profundamente orgulloso, como por la llamada de las gentes de estos lugares que he escuchado: ¡Venid, ayudadnos! He podido palpar sus profundas pobrezas y sus necesidades, sus carencias: son ricos en pobrezas porque las tienen todas. Cuando regresé, vine agotado, hecho polvo literalmente por el cansancio, por los trabajos, por vivir todo aquello despojándome de mí mismo, y desvivirme por aquellos hermanos nuestros nativos de aquellos pueblos que los percibirnos no sólo lejanos, sino ignorados, olvidados y ciertamente excluidos por parte nuestra en estos países. Nosotros europeos que no carecemos de casi nada pero que estamos viviendo por la secularización rampante que nos envuelve la pobreza más radical: la ausencia y el olvido de Dios. Lo contrario que allí que por tener a Dios, precisamente, los ves felices, alegres, generosos, agradecidos. Por el cansancio acumulado durante el pasado curso, y por la fatiga del viaje, al regresar tuve que ser hospitalizado. Pero les digo a mis lectores el viaje y la hospitalización sobrevenida han merecido la pena; al palpar en la propia carne la debilidad de nuestro ser humano, el ver y comprobar con mis ojos lo que tan generosamente están haciendo los misioneros, verdaderos adalides de la verdad de la Iglesia, signos vivos y esperanzados de la caridad pastoral y el contraste de todo esto con lo que está sucediendo en España, en Europa y en tantos lugares de la opulencia y ver quién está dominando el mundo, no sólo me rebelo ante las situaciones que estamos viviendo, sino que sobre todo me llevan a la cuestión principal, que Dios es ignorado, el Dios dado y revelado en Jesucristo. Ignorar que se le persigue, que no es otra que la fe en Dios, su Hijo humanado, encarnado y el servicio de la Iglesia, que no presta nadie sino ella, y, sin embargo fuerzas ocultas e invisibles quieran eliminar. Y créanme que me llena de santa indignación el que estemos donde estamos en nuestros países europeos, sin que nadie nos informe de estas cosas; ni los políticos, ni nuestros dirigentes, ni nuestros medios de comunicación, ni esos poderes ocultos en silencio con sus propósitos mundialistas que están dominando el mudo a través de un nuevo orden mundial, que está siendo un nuevo desorden del mundo y de nuestra sociedad. ¿Quién puede callar ante lo que está sucediendo? Hay como digo, fuerzas ocultas, poderes anónimos e invisibles que se autopresentan como un nuevo orden mundial, aunque afirmen otra cosa están en contra de la verdadera democracia y de los valores que la sustentan y las minan desde dentro, coartan derechos y libertades fundamentales y propugnan nuevos derechos que destruyen a los fundamentales y universales; solo les interesa el dinero, el poder y dominio, van a socavar Estados nacionales, la patria, y aún otras cosas, enemigos desde antiguo declarados de la Iglesia que les estorba para sus fines y pretensiones bastardos, digan lo que digan pero no les importan los hombres, el Hombre, la persona inviolable y su dignidad universal, no les importan las democracias aunque se digan sus defensores, se apoyan en la mentira, el engaño, y dominan y esclavizan y fomentan sus ideologías, por ejemplo la de género o del posthumanismo o de la postverdad, fomentan y se apoyan en el relativismo generando una pseudocultura de la muerte, de NO PAZ aunque digan defenderla. Estas asociaciones o clubes internacionales están integradas por empresarios, políticos, hombres de universidad, periodistas, medios de comunicación, estrategas e ingenieros del futuro...; fuerzas superpoderosas que mandan y dominan, conllevan algunos en su seno, por ignorancia, e ingenuidad, o miedo, temor, intereses particulares inconfesables, una fuerte laicización de la sociedad, una auténtica destrucción espiritual y moral, enemigos de la familia, de la juventud y de los menores a los que destruyen con gobiernos, presuntamente progresistas, dóciles y sumisos que imponen, por ejemplo, legislaciones y normativas escolares destructivas y pervertidoras sobre una presunta educación sexual que va contra el hombre o con un falso feminismo contrario a la grandeza y dignidad de la mujer.

¡Qué distinto esto a lo que he podido ver este verano en mi «viaje apostólico misionero»! He visto muy particularmente y muy de cerca a una Iglesia que se apoya en Cristo, que ni tiene ni busca poder, sino sólo servir y dar la gran riqueza que tiene: Jesucristo a Quien sirvo, y serviré, y también a su Iglesia, porque servirles, dándolo a conocer y testimoniarlo con gozo y alegría, con verdad y entrega es ser libre y no caer bajo las garras infernales de esos poderes de los que nadie habla.