Opinión

Obligados a cocinar a leña por falta de gas en un país petrolero

Las horas oscuras de Venezuela han arrasado con la capacidad de la empresa estatal de proveer gas butano a las comunidades. El esquema impuesto por Hugo Chávez hace una década colapsó y ante la falta del combustible y los altos costos para conseguirlo, ya hay quienes no tienen otra salida sino recurrir a la leña para cocinar.

La modernidad no es cuestión de calendario. Lo sabe Efreida Rodríguez cada vez que mira el que tienen colgado en la cocina de su casa ubicada en San Francisco de Yare, una población a unos 70 kilómetros de Caracas. Un espacio dedicado a lavar los trastos, guardar víveres y comer, pero no siempre para preparar alimentos. ¿Cómo hacerlo cuando la mayoría de los días no dispone del gas butano necesario para encender la llama del hornillo?

Hace una década, el servicio de gas era de distribución privada. Distintas empresas estaban encargadas de hacer llegar las bombonas de al menos 10 kilos hasta los hogares, estar pendiente de los cilindros y válvulas, y también ofrecerlas en puntos de venta fijos. Pero Hugo Chávez estatizó el negocio en 2008, haciendo desaparecer unas 220 empresas en todo el país. Las rutinas cambiaron. "Antes uno iba a la bodega y se compraba una bombona y listo", cuenta Efreida. Ella ha visto cómo la disponibilidad del butano ha ido desvaneciéndose desde entonces.

Ya hace más de cinco años Efreida llegó a usar bombonas traídas desde Caracas, que su hijo prefería buscar antes de quedarse sin suministro en su hogar. "Se iba temprano y encontraba cómo traerla", cuenta la madre del muchacho que emigró a Ecuador hace casi un lustro. Desde entonces la mujer se quedó sola en casa, donde mantiene un negocio de tapizado de muebles, enfocado principalmente en reparación de butacas para vehículos y cojines para motocicletas, lo más solicitado.

Ahora en 2019, la distribución se hace mediante los consejos comunales y las estructuras de los CLAP, el programa de entrega de alimentos subsidiados del gobierno nacional. La promesa oficial es que cada 15 días se recibirá la dotación necesaria en los hogares, después de hacer un pago vía transferencia bancaria electrónica. "Pero la verdad es que ese reparto llega una vez al mes, y la bombona pequeña a uno le dura un máximo de 20 días si acaso", refuta Cori Rodríguez, hermana de Efreida y su vecina en la calle La Candelaria del sector 23 de enero de Yare, uno de los más golpeados por la escasez del combustible.

En mayo pasado esa zona de la localidad dejó de recibir las bombonas. Cuatro meses después, sobre la mayoría de las casas hay humareda: con fogones a leña se cocinan los alimentos.

En el patio de la casa de Cori, una estructura construida por el Gobierno en tiempos previos a Hugo Chávez, hay huellas de por dónde ha pasado la leña. "Primero la puse alí al aire libre, cuando era algo muy temporal, pero el sol era muy bravo así que la puse bajo este techo. Luego la volví a mover porque quedaba atravesada y ahora está donde tiene ya un tiempo", muestra la mujer. Son maderos ardiendo entre dos bloques de arcilla sobre los cuales se posa una rejilla donde se ubican los calderos. Apenas caben dos.

A Cori le gusta cocinar al fogón. Dice que le da un sabor particular a la comida. Antes lo hacía por gusto. "Hacía una sopa un fin de semana al fuego, pero ahora es cocinar así o joderse", espeta con rabia. Ella prepara alimentos cada tres días porque "no sobra la comida y hay que estirarla". Su sazón es como del siglo XIX, no solo por cocinar a leña sino porque se procura de condimentos -cilantro, perejíl, cebollín- en un huerto improvisado en su casa. “Comprar esas cosas es muy caro y preferí sembrar".

Su hermana Efreida no sabe hacerlo, tampoco le gusta. Pero es quien provee la leña y algunos alimentos. "La madera sale de mi patio. Allí hay árboles que vamos podando y sacando la leña y la chamiza también", dice la tapicera en referencia a las partes más menudas que se usan para avivar las llamas. La pata de una silla también arde. "Esa fue una que se rompió y, vamos a ser claros: no la voy a poder reparar, así que preferí usarla también", dice Cori.

Con esas llamas preparan platos poco variados: arroz, granos, alguna sopa de verduras, y muy poca proteína animal. "El pollo no lo he visto desde hace meses, y está muy caro. La carne, solo cuando alguno de los muchachos trae algo. De resto, frijoles negros y lentejas bastante", detalla la cocinera.
Ella es trabajadora de la gobernación de Miranda, donde gana el sueldo mínimo: 40.000 bolívares mensuales, equivalentes a 1,73 dólares según la tasa oficial de cambio del Banco Central de Venezuela. El Banco Mundial establece que un ingreso diario menor a 1,25 dólares norteamericanos es el umbral de la pobreza extrema. Cori gana 0,057 cada día. Antes completaba su ingreso con los bonos en efectivo que el Gobierno de Maduro asigna a través del sistema "carnet de la patria", pero desde hace meses tampoco los recibe.

Cori vive, por tanto, con ayuda de sus hijos: un barbero, un pizzero y una comerciante que aportan ingresos al hogar, mientras que el cuarto acaba de terminar educación secundaria. "Además, yo vendo comida los fines de semana en el estadio y así me resuelvo. Con esas hallaquitas -preparados de maiz- levanté a mis cuatro muchachos", suelta orgullosa.

Cocinar a leña le pasa factura. El fogón a ras de piso la obliga a doblarse, complicando los problemas de cervical que tiene la mujer, y haciéndola aspirar el humo. "He tenido mucha más gripe, siempre ando congestionada. Además, la piel se calienta mucho. Como asumo que esto va a continuar, le pedí a mis hijos construirme el fogón sobre una base de cemento para poder usarlo como una cocina lo más normal posible".

Su sospecha de que la escasez de gas no va a terminar no es descabellada. En todo el país se dan problemas, aunque Caracas siga siendo una "burbuja" en comparación con otras regiones. Allí ha fallado también la distribución, pero aún no ha tocado cocinar con leña. En cambio, se ha impuesto el mercado negro para conseguir bombonas de gas, en dólares. Ya nadie quiere el bolívar, cuya devaluación no se detiene. Tan solo en agosto, la moneda nacional perdió más del 50% de su valor con respecto a julio. Pero fuera de la capital la brasa se ha convertido en la opción obligada.

Ante ello, el Gobierno de Nicolás Maduro anunció un nuevo sistema de distribución y asignó la tarea a las gobernaciones controladas por el chavismo, o a los "protectores" designados por éste en quellas regiones donde gobiernan "enemigos de la revolución". Las gobernaciones que comenzaron a asumir la distribución de las bombonas han oficializado los nuevos precios con aumentos de 15.000% en promedio.

“Hasta ahora es el mismo modo de trabajo. La única diferencia es que hay que depositar antes de que se distribuya el gas. Sin embargo, al menos en este primer mes no ha habido muy buenos resultados”, confiesa una trabajadora de Pdvsa Gas Comunal, que pide proteger su identidad. Señala que continúan las ventas con efectivo en muchas comunidades del país. En este sentido, hace énfasis en que la rapidez o lentitud del servicio dependerá de los consejos comunales. Eso sí, su duda es otra: los trabajadores formales de la empresa de distribución ahora no saben si serán despedidos o si se integrarán a la nómina de las administraciones regionales.

Cuenta que las fallos de distribución del butano tiene que ver con las flotas de vehículos varadas por falta de repuestos, bombonas cuyos componentes se dañan y no hay cómo sustituirlos -eran fabricadas por Sidor, una estatal metalúrgica paralizada hace años- y por la falta de personal que ha optado por emigrar dejando no pocas vacantes.

Jody Lugo, líder sindical de Pdvsa Gas Comunal del estado Vargas, al norte de Caracas, denunció a la prensa que de seis plantas de distribución de gas que hay en el país solo funciona una. La de Ocumare del Tuy, que surtía a San Francisco de Yare y otras comunidades, estalló el 24 de agosto pasado en lo que el Gobierno afirma fue un "ataque de la oposición". Dos gerentes de la planta fueron detenidos.

"Yo cuando supe de ese incendio me preocupé más, porque entonces sí me jodí. Aquí no llegara gas nunca más", dice Efreida. Detalla que antes de la explosión, conseguir el butano era cosa harto difícil y siempre con sobreprecio. "La de 10 kilos, la pequeña, se supone que cuesta 5.000, pero te la conseguían en 60.000. Ahora quién sabe si habrá".

En San Francisco de Yare la crisis por el gas no es respondida con protestas. Es un pueblo chavista que no ha participado en las 613 protestas ocurridas en toda Venezuela por falta del servicio de gas durante el primer semestre del año, según los registros del Observatorio de Conflictividad Social (OVCS).

Su realidad, no obstante, es similar a la de otros territorios. Un estudio de la ONG Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos revela que el 93% del país cocina con gas. De esa cantidad, el 73% depende de bombonas. De ese porcentaje mayoritario, el 58% ya no recibe el combustible directamente en su comunidad de forma frecuente, sino que acuden a otras localidades, mientras que solo 17% obtiene las bombonas una o dos veces al mes.

Efreida y Cori Rodríguez, hermanas y vecinas, aún recuerdan cuando los sucesivos alcaldes del lugar donde viven prometían instalar tuberías de gas directo. "No han podido resolver que tengamos agua con frecuencia, imagínate eso". La promesa oficial es similar a la formulada por el propio Hugo Chávez hace casi dos décadas, cuando su ministro de Energía en el año 2000, Alí Rodríguez Araque, aseguró que así se haría en todo el país. En 2019, solo el 26% de los consumidores tienen gas directo, casi todas instalaciones previas al Gobierno chavista.