Opinión

Las horas decisivas

En esta España de aroma a urnas, vuelve a estar de moda la anécdota de principios del siglo XX para enmarcar el indefinible escenario político. El Conde de Romanones trató de acceder a la Academia de la Lengua y obtuvo el compromiso de apoyo de todos sus académicos. Pero, llegada la hora de la verdad, cuando se contaron los votos, no había obtenido ni uno. Fue cuando firmó el célebre «¡Joder, qué tropa!». Es posible que la frase ronde esta semana por la mente del Rey. El escenario con el que se topa Felipe VI cuando apenas faltan siete días para que se convoquen elecciones, es el de un Pedro Sánchez que le ha «mareado» desde el 28-A y un Pablo Iglesias que se dispone a «entramparlo» para evitar el 10-N. El martes ambos se verán con el Jefe del Estado y, salvo cambio de «último minuto», España caerá forzada a unas cuartas elecciones en cuatro años. Sánchez ha abandonado el juego. La entrada de UP en el Gobierno no se hará realidad. Por si cabían dudas, tras pedir el líder morado un cara a cara para negociar una fórmula que amparase sus pretensiones, el mensaje lanzado desde el entorno de La Moncloa fue categórico: «¿Una cita? Sólo quiere armar el relato de que él apuesta por el diálogo cuando, en realidad, ha sido inflexible».

Con su última idea de un co-gobierno «a prueba» durante un año, que evaluaría su continuidad tras ser aprobados los Presupuestos, Iglesias sólo ha fortalecido la certeza del presidente de que el secretario general de Podemos no es de fiar. La «genialidad» fue desestimada inmediatamente por el PSOE. El círculo del líder socialista asegura que la recibió como «una broma de mal gusto». Establecidos estos planteamientos, llegó la conversación telefónica del jueves de solamente 10 minutos. Un crispado suspiro. «Pedro me ha tenido semanas pegado al móvil... a la espera... hasta llegué a quitar el modo vibración», confesó a los suyos desconcertado Pablo Iglesias. A esas alturas el pescado estaba vendido. «O tercera vía o elecciones», había trasladado Carmen Calvo a Pablo Echenique. «O coalición, o tu líder no pasa por tercera vez» una investidura, desafió éste a la vicepresidenta. Ahí terminó todo. Las dos citas de los equipos negociadores sirvieron a La Moncloa para dar por liquidada la impúdica negociación. Mejor dicho, la teatralización de ambas partes para cargar al contrario los males del desacuerdo. Por eso, el líder de UP marcó el número del presidente para mejorar su posición ante la segunda vuelta electoral y dificultar el discurso socialista. Logró, desde luego, el buscado «Sánchez rechaza» en todos los titulares. El jefe de gabinete del presidente, Iván Redondo, ha demostrado en ocasiones su debilidad por la política como el arte de lo que no se ve. Jamás resultó realista la pretensión de gobernar en solitario con un altruista apoyo externo de UP y una abstención gratis de PP y Cs. Es verdad. El «frío» Sánchez, según la descripción de Iglesias, ha explotado hasta el aburrimiento esa fábula. Las maniobras tácticas de Sánchez y de Iglesias desvisten cualquier concepción idílica de la política. Sin disimulos, han asestado un lamentable golpe a sus siglas y, también, a las Instituciones.