Opinión

Míster obcecación

La estrategia política de Pedro Sánchez desde la noche del 28 de abril ha pivotado sobre un solo eje: utilizar los tiempos de una investidura como trampolín para otras elecciones. Objetivo conseguido, supeditado al interés de hegemonizar el centro-izquierda. Él lo vale. ¡Qué menos deben darle los españoles! Por eso mismo, a nadie puede extrañar que llenase de minas cualquier posibilidad de acuerdo a un lado u otro del espectro ideológico. Lo suyo ha sido cerrar puertas. Desde Pablo Casado a Pablo Iglesias, pasando por hacer oídos sordos a la sonora traca final de Albert Rivera. Nones. Lo que más ha llamado la atención, así al menos se cuenta desde los pasillos del poder, ha sido el olímpico desprecio que Sánchez regaló al líder de Ciudadanos dentro de su particular ronda de consultas telefónicas en los minutos de la basura. «La conversación con Rivera fue un monólogo», dicen.

Escudarse en el bloqueo ha sido el camuflaje perfecto del presidente y tabla de salvación para desviar su responsabilidad hacia los españoles. De ahí que, lejos de agotar las vías para conseguir el acuerdo, aunque fuera in extremis, «él siempre ha buscado culpables, nunca apoyos», me comentaba días atrás un ex dirigente del PSOE. Ciertamente, el resultado final de esta breve legislatura arroja el saldo a su favor de haberse salido con la suya y estar de vuelta en la casilla de salida, poniendo a todos en la diana con ese «Lo hicieron imposible» que repite al dictado de los estrategas de La Moncloa. Ese mensaje desean grabar en la opinión pública.

Mientras, el extraordinario ejercicio de frivolidad del líder socialista ha puesto en evidencia su acción política. Inservible, por cierto, a efectos de lo único que interesa a los ciudadanos: la formación de un Gobierno estable.

Jamás quiso pactar. Ha estado dando vueltas en torno al ancla que lo sujetaba al mismo sitio. Ahora, míster obcecación se muestra confiado en persuadir al electorado para que le entregue unos mejores resultados con los que gestionar el país tras el 10-N. A tanto llega su autoestima, que se ha presentado ya como la garantía futura de estabilidad para España. Así, armado del voto útil, quiere desgastar a Pablo Iglesias por su derecha y a Albert Rivera por su izquierda.

Al «boy scout» Pedro Sánchez le apetece volver a explorar los peligrosos recovecos de la intención de los votantes. Sea.