Opinión
Grupos
Hoy resulta difícil firmar pactos, acuerdos, ver entendimiento político... Más que nunca, las posiciones están enrocadas, enfrentadas. El territorio de la opinión se ha convertido en un mueble modular de compartimentos estancos. El panorama parece un ejercicio didáctico conformado para explicar el pensamiento de Irving Janis, un psicólogo que ya en los años 70 del pasado siglo explicó los errores más comunes a los que se enfrentan los grupos a la hora de tomar decisiones.
El «pensamiento de grupo» se ha instalado en organizaciones políticas y movimientos sociales, y empieza a anquilosar su capacidad de adoptar posiciones flexibles y colaborativas, paralizando con su rigidez las instituciones e, incluso, los países. En el caso de los partidos –y de los partidarios–, se han constituido en grupos en los que no cabe la disidencia, la crítica o la disonancia. Los individuos que forman parte de esos grupos –como podrían ser los partidarios del Brexit, pero también el independentismo catalán, partidos políticos, los seguidores de Trump...– se sienten bien compartiendo la misma opinión sin fisuras con el resto de sus correligionarios. Que todos tengan la misma visión de un problema refuerza su idea de que llevan razón, por lo que no ven ningún motivo para poner en duda su ideario, o su postura ante ciertos problemas.
El consenso es el pegamento que une al grupo, que lo cierra sobre sí mismo. La duda queda desterrada por mandato: se la expulsa cuando aparece, lo que permite mantener prietas las filas en los objetivos fijados. Janis estudió episodios de la historia americana como Pearl Harbor y la guerra de Vietnam para concluir que aquellos desastres se produjeron porque los grupos encargados de tomar decisiones rechazaron toda crítica externa o información que procediera del exterior, que fuera ajena a ellos, mientras se centraban en sus propias percepciones.
El pensamiento grupal tiene como armazón un consenso a prueba de explosivos, pero la conclusión de Janis fue que, cuando eso sucede, cuando en el grupo todos sin excepción están de acuerdo en algo, hay muchas posibilidades de tomar decisiones fatídicas, incluso catastróficas. Aseguraba que, si la gente del grupo está firmemente convencida de algo, se vuelve «radical e imprudente». Quizás por eso, en nuestros tiempos, el entusiasmo irracional ha ocupado –trágicamente– el lugar de la razón y el análisis.
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