Opinión

Risas y escalofríos

Es un clásico en la historia de la comedia la pareja de humoristas cuya torpeza es el detonante de las situaciones cómicas. La lista es amplia y venerable: empieza por Laurel y Hardy, sigue por Abbot y Costello, pasa por los hermanos Calatrava y alcanza incluso hasta el dúo Sacapuntas. Ahora, los catalanes hemos decidido contribuir a esa tradición con una nueva pareja. Hay que mejorar la lista con el imprescindible empoderamiento femenino y hemos presentado a Borrás y Budó.

A Laura Borrás posiblemente la recordarán como la figura que se presentó en un debate cargada con una bolsa de libros para demostrar que no era supremacista. Bastó un simple levantamiento de la terrible ceja de Alvárez de Toledo para poner en evidencia que el igualitarismo se demuestra andando y no agitando libros en el aire: un momento de puro bochorno Oliver Hardy.

Budó, en cambio, pertenece más al tipo Stan Laurel. Involuntariamente, exhibe en público sus problemas con las matemáticas. Lo hace con un semblante afligido y vulnerable que provoca un deseo general, incluso en la infrascrita, de que la tierra abra sus fauces de inmediato. Si las simples sumas y restas se le dan ya tan mal, no queremos ni pensar qué le pasará con las divisiones de dos cifras y los números romanos. En los últimos días, a Borrás, que parecía la más espabilada de las dos (lo cual, como cuando hablamos del «guapo» de los Calatrava, no es mucho decir), se le ha ocurrido proponer la necesidad de un «Tsunami» democrático en Cataluña para superar el fracaso de la conmemoración del 1-O. Lo dice después del verano en que precisamente el huracán Dorian ha destruido varias poblaciones. Un Tsunami es algo básicamente destructivo y nadie desea más destrozos ahora mismo en Cataluña. ¿Qué será lo próximo que se los ocurrirá a los becarios de Puigdemont? ¿El Holocausto Plebiscitario?

Antes de que llegue la incineración y gaseado de todos los que, según ellos, no sean demócratas (con pirotecnia y planos gentilmente cedidos por los CDR), cabe recordar que la torpeza puede servir para provocar risas, pero se distingue principalmente de otros recursos cómicos en que va acompañada siempre por un delator escalofrío en la espina dorsal.