Opinión

Eliminemos subvenciones y aranceles

Trump incuestionablemente se equivoca al establecer una batería de aranceles contra productos europeos a raíz de las subvenciones que la Unión Europea otorga a Airbus. Si los contribuyentes continentales son tan mansos como para permitir que sus políticos malversen el dinero que les arrebatan mediante impuestos para subvencionar una empresa aeronáutica que, debido a esa subvención, va a prestar servicios más baratos en Estados Unidos (esto es, el contribuyente europeo está entregando en última instancia una subvención al consumidor estadounidense), entonces Trump debería limitarse a aceptar ese regalo sin mayores represalias contra la economía europea. Pero Trump adora el proteccionismo y los gobiernos europeos le han brindado la excusa perfecta para que nos fría a aranceles, incluso con el plácet de la Organización Mundial del Comercio (la cual, no lo olvidemos, ha fallado en favor de EE UU y de su derecho a imponer aranceles contra nuestros bienes como represalia por las subvenciones que otorgamos a Airbus). Y así, de la noche a la mañana, hemos metido de cabeza a numerosos productores europeos en un fuego cruzado proteccionista del que sólo saldrán damnificados.

En el caso de España, por ejemplo, el aceite de oliva, el queso, las naranjas, las cerezas, los mejillones o el vino serán penalizados con un gravamen extraordinario del 25% cuando crucen la frontera estadounidense. Obviamente, precios más altos por el hecho de exportar a EE UU significa menores ventas en ese país, salvo que los empresarios españoles acepten cargar contra sus márgenes el incremento arancelario (lo que, dado el estrecho beneficio unitario que amasan sobre sus productos, en muchos casos no será posible). Y menores ventas implican menor producción interna y menor empleo.

En un contexto de fuerte desaceleración europea (derivada precisamente del colapso de sus flujos comerciales), que se socaven nuestras exportaciones en mayor medida sólo contribuirá a empeorar la ya preocupante situación de partida, por lo que deberíamos esforzarnos por tratar de revertir tales sanciones arancelarias. Al respecto, la UE ya ha amenazado a Trump con responderle con nuevos aranceles contra las importaciones de productos yanquis; el propio Gobierno de España, por boca de su ministro de Agricultura, ha reiterado tales bravuconadas.

Pero semejante actitud de toma y daca sería una equivocación: primero porque es del todo seguro que Trump proseguiría con la escalada pues, a la postre, ése es su estilo negociador; segundo, porque además la Unión Europea no tiene razón en este desencuentro. Como ya hemos explicado, el origen de la controversia reside en las subvenciones que nuestros gobiernos le otorgan a Airbus para alterar la competencia internacional contra Boeing: subvenciones que incluso han sido censuradas por la OMC. Lo que deberíamos hacer, por tanto, es eliminar tales subsidios.

No ya para evitar una destructiva guerra comercial con EE UU, sino porque, en sí mismos, tampoco resultan justificables. ¿Desde cuándo hay que emplear los impuestos de los trabajadores europeos en inflar las ganancias de los accionistas de una gran corporación aeronáutica? Menos subsidios, menos impuestos, menos aranceles y más competitividad.