Opinión

El fantasma de Solbes

Andan estos días de precampaña electoral estrechos asesores de Pedro Sánchez, con Iván Redondo a la cabeza, acentuando el perfil más patriótico y moderado del líder, con la conflictividad en Cataluña muy presente. Por ahí –parece- va a pivotar la estrategia del PSOE: poner distancia con Pablo Iglesias, dentro de lo permitido a un candidato de izquierdas, y de paso recalcar los perfiles más antipáticos de Albert Rivera.

Sin embargo, los planes se tambalean. Aun guardándose en el zurrón de la carrera medidas «de marcado carácter social», según anticipan los ideólogos de Sánchez, cada vez más analistas vuelven su vista hacia algo superado -o eso llegaron a creer en La Moncloa- que reaparece como la «carpeta» oculta y que puede provocar la sorpresa: la economía.

Con los nubarrones en forma de datos contantes y sonantes, el parón económico empieza a recodar los aciagos días en que José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Solbes negaban la crisis. Bien es cierto que Pedro Sánchez y Nadia Calviño, aprendida aquella dolorosa lección, evitan hoy ocultar la existencia de síntomas de «enfriamiento económico».

Tanto suenan los clarines de alarma, que puede aventurarse que han sido decisivos para que Sánchez apuntalara su convicción de que había que tumbar cualquier coalición con Podemos. Los de Pablo Iglesias están lejos de aparecer ante los españoles como la mejor de las compañías para afrontar las turbulencias. Las exigencias moradas de dilapidar dinero público sin control hubieran sido plomo en las alas de cualquier gabinete.

El líder del PP, Pablo Casado, lógicamente ha tomado nota. La economía puede dirimir el rumbo del 10-N. De hecho, ha alertado del riesgo de afrontar tempestades económicas con los socialistas en La Moncloa. Seguramente, muchos ciudadanos que fueron literalmente arrasados por la crisis brutal de hace unos años, mientras el Gobierno socialista de ZP la negaba y dilapidaba los impuestos con superfluos «planes E», van a acudir a votar «tentándose el bolsillo». No puede olvidarse que los gobiernos socialistas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero dejaron los niveles de paro por encima del 20%.

El esperpento independentista es insufrible. Cierto. Pero aún sería más doloroso si se mezclase con una gestión económica vareada por oportunistas ineficaces en lugar de por políticos solventes. Y sin duda el Partido Popular, como lo reconoce cualquiera con dos dedos de frente, en materia económica es un valor refugio.