Opinión
El negro de Vox
No desearía ser imprudente, pero, con todo el respeto que se requiere en estos casos, ardo en deseos de saber si nuestro conciudadano Bertrand Ndongo, defensor de un partido político, es consciente de ser conocido en todas partes como «el negro de Vox». Me imagino que no ignora esa circunstancia, porque resulta muy difícil consultar noticias en internet sobre su persona sin que aparezca tal definición, pero no tengo la certeza. Lo que tampoco sé es si a él eso le parece bien o mal. Antes de que nadie me vaya a acusar de racista, solo quisiera decir que el asunto me interesa desde un punto de vista meramente lingüístico. Yo puedo estar en contra de usar esa terminología para hablar de Bertrand, como lo estaría de llamar a Ortúzar «el gordo xenófobo del PNV», pero si estoy escribiendo del mundo que nos rodea tengo que levantar acta de que ese apelativo se está usando con saña en las redes (me refiero al adjetivo «negro», lo de Ortúzar también se está usando, pero en círculos más restringidos).
Lo digo porque ya sabrán que en Estados Unidos todo este tipo de terminología está siendo considerada desde hace años inadecuada. Primero fue sustituida por la perífrasis «de color» y cuando se preguntaron de qué color se hablaba, al no haber consenso con el Pantone, se escogió la palabra «afroamericano». USA es un país formidable pero también melindroso, hipocritón y cursi. Por eso, a la vista de la vicisitud yanqui en el asunto, me pregunto: ¿debemos usar aquí expresiones como «afrobético», «afrobilbilitano», «afromaragato» o «afrolagarterana»? ¿sería útil? ¿sería bueno? ¿tendría aceptación entre los hablantes?
Son preguntas meramente abstractas, destinadas a mejorar mi herramienta de trabajo que es el lenguaje. No se lo tomen a mal. La lengua cambia y hay que estar atento a la dirección en que lo hace. En esos momentos de transformación, de la misma manera que es fácil prever que Ortúzar perderá antes quilos que prejuicios sobre sus semejantes (y Bertrand en ese sentido seguirá más inmutable) es también razonable intentar hacer previsiones plausibles sobre los cambios del lenguaje. O, al menos, testar el consultar en voz alta hacia donde apuntan esas metamorfosis.
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