Opinión
Bajar impuestos... y recortar el gasto
El Partido Popular de Pablo Casado acaba de presentar su programa fiscal para las elecciones del próximo 10 de noviembre. Como ya sucediera en los anteriores comicios generales, tales propuestas tributarias resultarían enormemente positivas para nuestro país. En primer lugar, se plantea una intensa rebaja del IRPF hasta dejar el tipo marginal máximo por debajo del 40%. Sería el tipo marginal máximo más reducido de la democracia, después de que Aznar lo rebajara al 45%, Zapatero (en un primer momento) lo recortara hasta el 43% y Rajoy (en un segundo momento, después de un brutal incremento en 2012) lo volviera a colocar en el 45%. En segundo lugar, el PP también propugna una reducción del Impuesto sobre Sociedades hasta el 20%, lo que nuevamente dejaría este tributo en el nivel más bajo de los últimos 40 años. En tercer lugar, el equipo de Casado también pretende suprimir los impuestos que gravan la riqueza, tales como el de Patrimonio y el de Sucesiones y Donaciones, lo que tampoco ha acaecido nunca en nuestra historia demócrata. Y, en cuarto lugar, se plantea por primera vez la eliminación del Impuesto sobre Actos Jurídicos Documentados para la adquisición de una vivienda habitual. Todas estas reducciones de impuestos tendrían efectos claramente expansivos sobre nuestra economía. La bajada del IRPF facilitaría la retención y atracción de talento global, es decir, que los trabajadores más cualificados estén dispuestos a generar valor dentro de nuestro país. La reducción de Sociedades incentivaría la reinversión de beneficios por parte de nuestras compañías, así como la atracción de inversión internacional. La eliminación de los variados tributos sobre la riqueza también haría más sencillo que grandes patrimonios tuvieran interés en instalarse en España, con todo el efecto expansivo que ello conllevaría. Y, finalmente, la supresión del AJD para la compra de nueva vivienda lograría efectivamente abaratar este bien en tanto en cuanto se suprimirían parte de sus costes (en este caso, los fiscales). Como decimos, tal batería de medidas está bien diseñada para imprimir un muy necesario impulso a nuestra economía, especialmente en estos momentos de profunda desaceleración. El problema es que el PP no se está esforzando en explicar cómo financiarlas. A la postre, una bajada impositiva de este calibre tendrá efectos inicialmente depresivos sobre la recaudación, lo que contribuirá a elevar un déficit público que, por primera vez desde el inicio de la recuperación económica, es muy probable que termine más alto que a cierre del año pasado. Por supuesto, la minoración fiscal contribuirá marginalmente a reactivar nuestro crecimiento y a compensar parte de la caída de la recaudación (la famosa curva de Laffer), pero ni mucho menos compensará la totalidad de esa caída. En este sentido, cuando las perspectivas de expansión de nuestro PIB eran optimistas, acaso cupiera sostener que el fuerte crecimiento, y el aumento de la recaudación vinculado a él, terminaría sufragando semejante coste. Ahora, con el frenazo económico, ya no. Lo que le queda al equipo económico de Pablo Casado, pues, es especificar dónde piensan recortar el gasto para volver creíbles tales rebajas fiscales.
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