Opinión
Infundio
Es tiempo de fake-news, por lo que no resulta raro que la falsedad también se haya colado en la privacidad, y allí haga de las suyas. Lo que un mundo intercomunicado a una velocidad inconcebible nos ha enseñado es que una noticia falsa produce consecuencias inmediatas que se pueden aprovechar de lucrativas maneras. Y que, a la vez, una mentira –lo que antaño se llamaba sencillamente «infundio»–, también tiene efectos rápidos, y por lo general demoledores en el territorio personal. La noticia falsa impacta en el espacio público, transforma lo político, aunque su influencia sea tan evanescente como veloz. El infundio puede generar asimismo íntimos cambios espectaculares. Algunas personas utilizan el infundio para envenenar las relaciones personales entre terceros. La mecánica es la siguiente: Antonio, habla con Borja, diciéndole que Alberto lo odia, que habla mal de él, que lo ridiculiza, denigra o desprecia, etc. Por supuesto, todo es mentira. Incluso es posible que Alberto estime sinceramente a Borja. Pero Antonio quiere generar un conflicto entre ambos, Borja y Alberto. Por celos, venganza, envidia, o por pura maldad. Borja creerá todo lo que le ha contado Antonio, de manera que, de ahí en adelante, le cogerá ojeriza a Alberto, por quien sentirá una infundada manía. A nadie le gusta ser objeto de escarnio y burla. Un humillado y engañado Borja, como todo el mundo, adoptará una actitud de autodefensa, y pasará a mirar con malos ojos a Alberto, que no tiene ni idea y permanece ajeno a las maniobras del maledicente y deshonesto Antonio. La víctima –en realidad, el objetivo– será Alberto. Contra él se habrá urdido una conspiración íntima que lo perjudicará, sobre todo si Borja es uno de sus contactos más influyentes, porque basándose en una enredosa mentira (sin tener pruebas fehacientes de su culpabilidad), hará todo lo posible por anular, o al menos por no favorecer, a Alberto. En realidad, esta manera inmunda de obrar es tan vieja como el mundo, y la practican los mismos rastreros de siempre. Pero hoy es mucho más eficaz porque la comunicación se hace con rapidez endiablada. Además, quienes prestan oídos a las maledicencias sin comprobarlas previamente no se dan cuenta, como decía Diderot, de que quien viene a hablarles mal de otros, con otros habla mal de ellos.
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