Opinión
Sentencia espejo
Circulan por ahí varias tesis diferentes de por qué y cómo los golpistas del 1-0 hicieron lo que hicieron. ¿Cuál sería la que encontraríamos más reflejada en el texto de la sentencia? Recapitulemos las principales hipótesis. En los últimos tiempos, preguntando por los corrillos, podíamos encontrarnos con la tesis Marc-Álvaro que sería, más o menos, que los separatistas tenían un plan, pero se les fue de las manos. También estaba la tesis (vamos a llamarla Coll) que diría que NO se les fue de las manos, sino que ESE era El Plan, pero que subestimaron torpemente la fortaleza de nuestra democracia y los mecanismos de ésta lo desbarataron. Enfrentada a ambas, estaría la tesis Melero que sostendría que no había ni plan ni nada, solo irresponsabilidad. Y podemos encontrar incluso una cuarta tesis (que he de reconocer que es mi favorita) a la cual podríamos llamar Gascón, según la cual el plan era precisamente que no hubiera plan, fiarse a lo emocional, sobre todo a la ambigüedad, a lo líquido, e intentar conseguir la independencia por agitación y propaganda a ver si colaba. Así, de paso, con la ambigüedad y un poco de suerte, intentar eludir las responsabilidades subsiguientes.
Llamo así a esa tesis porque, a grandes rasgos, es el análisis que propone Daniel Gascón en un libro excelente publicado el año pasado en Debate. Las ventajas que le veo al diagnóstico de Gascón es que abarca y contiene dentro de sí las otras tres hipótesis. También nos avisa muy sagazmente de cómo van a ser los ataques en el futuro para conseguir el poder saltándose la legitimidad democrática, lo cual encima atañe no tan solo a los golpes de Estado sino a las posibles revoluciones.
Alguien, cansado de tanto ruido, podría preguntarse ¿y que importan ya todas estas razones, a estas alturas, cuando tenemos por fin una sentencia? Una sentencia, además, equilibrada e irreprochable, argumentada con solvencia y, lo mejor, de una unanimidad que es todo un ejemplo para tanto botarate que corre por nuestra política como pollo sin cabeza.
Entiendo que una sociedad tranquila, pacífica, democrática y civilizada lo que más desea es olvidar los crímenes una vez han sido juzgados y sentenciados. Pero me parece interesante seguir analizando esas conductas principalmente por dos razones. Primero, porque así podremos vislumbrar por qué caminos van a vagar desorientados los próximos meses en mi región esos dos millones de fanáticos engordados con dinero autonómico e ideas ramplonas. Comprendan que, colocados en una contradictoria impotencia, van a proponer sin mucho éxito todo tipo de cosas delirantes. Algunos niños tendrán seguro que ser ocasionalmente llevados de la oreja a pasar la noche al cuartelillo.
En segundo lugar porque, dado que han hecho un ridículo político tan sideral, los próximos meses esos dos millones de paisanos van a pasárselos inmersos en la negación, negación, negación; para salvar la cara frente a si mismos autoproclamándose héroes y mártires, sin que el resto del mundo opine lo mismo ni les haga puñetero caso. Puesto que ni la propia IKEA ni la ONU poseen la capacidad operativa para construir el diván psicoanalítico del aforo necesario para dos millones de televidentes de TV3, al menos tenemos como posología una buena sentencia que actúa de espejo de la realidad. Establece claramente que en Cataluña hay violencia, aunque afortunadamente poca (insuficiente para una rebelión, pero no para la coerción), y que el supuesto mandato democrático que intentaban enarbolar los golpistas era mentira. Todo demócrata constitucional estará encantado de ver lo que les dice sobre esos hechos irrebatibles el espejo de Estrasburgo a los golpistas.
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