Opinión

El NO-DO en 2019

Una de las cosas interesantes de la generación a la que pertenezco es haber podido presenciar los estertores finales de la época del NO-DO y la llegada a España de la televisión. También haber visto la posterior eclosión de la telebasura y la aparición final de innumerables canales digitales. Esa perspectiva permite hacer comparaciones sobre cómo ha cambiado el espacio comunicativo en nuestro país. Uno detecta enseguida que no fue bajo presupuesto lo que dedicó el gobierno al traslado de los restos de Franco desde el espectacular lugar donde estaba a otro más discreto. Le dedicó doble de todo. Doble helicóptero, doble coche fúnebre y la misma señal televisiva, controlada por el gobierno a través de la cadena pública de TVE, enviada a todas las demás emisoras que desearan participar de ella. El resultado fue que cada cadena cocinaba el evento a su manera, partiendo de la base de un mismo ingrediente. O sea, una especie de master-chef mediático. Nos encontramos así con el curioso espectáculo del seguimiento del féretro de un dictador con vociferantes anuncios intercalados de Pilexil, Ginecanestén o Dominos Pizza. Los tertulianos socialistas se pasaron la mañana a pie de página de las imágenes de ese NO-DO digital, empeñados en convencer a todo el mundo de que el franquismo sigue omnipresente en la sociedad española y hay que desinfectarlo (votando, claro, a Sánchez). Los hechos y las neutras imágenes no parecían respaldar tanta alarma: dos centenares de personas en Mingorrubio, muchos jubilados. A eso parece resumirse el franquismo hoy en día en nuestro país. O sea, cuatro gatos (y no me refiero a los hidráulicos precisamente) con un aire a mundo friki del que no podían desprenderse por mucho que quisieran, dado el lugar y las circunstancias. La bajada de la escalinata de la basílica, con ocho familiares llevando a cuestas el féretro para conducirlo al helicóptero, fue un momento delicado y embarazoso. Cruzabas los dedos para que nada se torciera, provocando un posible momento de bochorno cual paracaidista contra farola. La ministra de Justicia se mantuvo a una prudente distancia por si sucedía el posible desastre para que nadie pudiera relacionarlo con ella. Afortunadamente, la escalera se bajó sin problemas. Podrá decirse lo que se quiera de la familia Franco, pero nadie negará que son unos cracks transportando ataúdes. A continuación, pudimos presenciar la enorme paradoja de ver cómo la televisión socialista difundía el ascenso a los cielos del cuerpo de Franco. Quiero decir que se lo llevaron en helicóptero hasta El Pardo porque hacía bueno. El Superpuma del escuadrón 402 de las Fuerzas Aéreas hizo su trabajo, el féretro fue llevado al panteón familiar y ahí se acabó todo. Pasadas la tres de la tarde, apareció el presidente del gobierno, en medio de todos los telediarios, dando un mensaje institucional obvio para intentar rentabilizarlo. Televisivamente, los españoles podemos felicitarnos. Hemos pasado del coso donde la sangre se derramaba sobre la arena (el coso del acoso), al circo de tres pistas sin maltrato animal (el NO-DO digital). No es que sea un avance moral como para tirar cohetes, pero al menos, desde luego, es afortunadamente mucho más incruento.