Opinión
Indigenismo
Chile, otoño/19. Expertos asesores del gobierno recomiendan aumentar las tarifas del transporte público. Se producen caceroladas, luego fuertes protestas que comienzan en Santiago y van extendiéndose por el país. El precio del trasporte es el detonante. Los estudiantes convocan jornadas de «evasiones masivas»: colarse en el metro de manera tumultuaria. La policía es incapaz de contener las avalanchas de niñas y escolares que rompen las rejas de acceso al metro. En otras ocasiones, golpea a los manifestantes. Corren por internet noticias de muertes de jóvenes, víctimas de la policía. Imposible distinguir verdad de mentira. Hay unos 15 muertos. La policía es blanco de una ira colectiva sin líderes visibles. Incendios, barricadas callejeras, violencia urbana, saqueos… Arden literalmente estaciones de metro y edificios, incluida alguna sede de periódico. Intervención del ejército. Estado de emergencia. El descontento social está en el fondo de las protestas, que se contagian con la rapidez de un virus social. El presidente pide perdón. Anuncia importantes medidas económicas de ayuda. Ecuador, otoño/19. El gobierno decide subir el precio de la gasolina. Manifestaciones violentas; también pacíficas. Transportistas indignados. Saqueos, pérdidas millonarias, enfrentamientos con la policía –secuestros y humillaciones públicas de policías a los que se veja, golpea y escupe–; autodenominados líderes indígenas dirigen algunas de las más violentas protestas, y finalmente «dialogan» con el gobierno, que claudica. Estado de excepción. Cataluña, otoño/19. Sentencia del «procés». Protestas masivas. Cortes de vías de transporte. Incendios y barricadas callejeras, bloqueo de infraestructuras, enfrentamientos de inédita y furiosa violencia contra la policía. La dura crisis económica espolea el descontento político, social, nacionalista… La situación en Chile, Ecuador y España tiene elementos comunes, excepto porque en los países latinoamericanos las protestas son «contra» los gobiernos, mientras los dirigentes catalanes se sienten ajenos al descontento, como si ellos no representaran al poder. Todo es tan exaltado y semejante que en América incluso circulan rumores de que hay infiltrados venezolanos y cubanos que promueven las revueltas. En mi opinión –dejando aparte supuestos actos conspirativos–, se trata sobre todo de una reacción de rabioso indigenismo globalizado –vengativo, anti-autoridad…–, de damnificados por la recesión contra las administraciones centrales.
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