Opinión
El club de la comedia
Lo peor de las conductas catalanistas de los últimos años es que han convertido palabras tan importantes como diálogo y convivencia en simples escenificaciones sin credibilidad. El independentismo, cada vez que se equivoca, apela inmediatamente al diálogo para disimular y eludir sus responsabilidades; pero proponen un diálogo de puro postureo, vacío de significación y contenido. Si quisieran de verdad diálogo ya hace tiempo que habrían abierto la emisora pública de TV3 a la pluralidad y al intercambio de ideas de todos los colores. ¿Cómo puede entenderse, si no, que lleven años sin traer a sus platós a figuras catalanas de primer orden del derecho, el periodismo, el arte y el pensamiento bien conocidas en la región? Si todas esas figuras no independentistas silenciadas aparecieran en sus programas, la emisora pública sería fácilmente entonces el verdadero foro de ese diálogo que los independentistas tanto quieren hacernos creer que desean.
Sabemos de la división y el empate desde las plebiscitarias de 2015, teniendo a toda la Cataluña no independentista pidiendo, desde entonces, poder acceder a sentarse y hablar donde sea (pero sobre todo también en TV3) y ellos ni caso. El diálogo requiere dar voz a todos y escuchar, buscar lugares comunes, no desafiar precisamente a aquel con el que aseguras querer dialogar. Si expulsas del lugar común al que no piensa como tú, eso ya no es diálogo. Si alientas la violencia y luego dices: «O me das lo que quiero (aunque sea minoritario) o de lo contrario digo que esto ya no es diálogo» te colocas en el terreno del viejo método de la mafia coercitiva.
No sirve de nada entonces hacer videos, con marcado estilo de culebrón turco, donde a los bedeles les toca ejercer de actores aficionados para escenificar que has llamado por teléfono. Ni traer alcaldes de aldea. La banda sonora y las acotaciones revelan el decorado de cartón piedra. Eso no es política seria y de peso, sino club de la comedia malo. Y si un representante institucional tiene vocación por el club de la comedia, que abandone primero la política. Porque, en ese caso, su afición lo único que demuestra es que lo suyo no es el diálogo, sino los monólogos.
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