Opinión
Gerundio
Ya sabrán que una parte de mis paisanos catalanes llora por el derecho a decidir. Les resulta difícil luego explicar por qué lo reclaman tanto si resulta que ya lo tenemos. Se demuestra cualquier 10-N como ayer. Lo que les irrita es que, para decidir, hayamos elegido el sistema representativo en lugar del plebiscitario. Constituyen ellos una minoría que querría el sistema plebiscitario; una opción tan merecedora de consideración como cualquier otra, pero a mi juicio (y al de muchos otros catalanes) mucho más ineficaz.
Como el Brexit ha demostrado, el sistema plebiscitario es más manipulable, más vulnerable a las «fake news», menos democrático y más imperfecto. Las cosas de la vida y de la administración son muy complejas, no se pueden decidir tan solo con un simple «sí» o «no» en un referendo. Eso es ver la vida en blanco y negro. Se necesita todo un programa y un plan de acción conjunto de diversas facetas combinadas para llevarlo a cabo. Porque la vida es en color. Además, ninguna minoría tiene derecho a intentar imponer el sistema plebiscitario (más primitivo) a base de coaccionar a la gente quemando contenedores para asustarla o haciendo trampas para robarles sus legítimos derechos parlamentarios. Tanta rusticidad política nos habla del deterioro enorme que ha sufrido la vida intelectual catalana en las últimas décadas y que nos ha llevado a la actual falta de cultura democrática en la región.
Esa destrucción empezó hace años con Pujol, cuando empezaron a comprarse intelectuales a golpe de talonario e identificarse la disidencia con traición. Hoy en día, las barbaridades que se escuchan en las tertulias de TV3 son el más fiel indicador de la decadencia cultural en que ha caído la región en los últimos años. La violencia que ha reflejado en las calles es una muestra de su perdida de autoridad moral. Cada reducción de poder es, en cierto modo, una abierta invitación a la violencia, porque a quienes tienen el poder (y sienten que se desliza de sus manos) siempre les ha sido difícil resistirse a la tentación de sustituirlo por la agresión. La mejor manera de negar ese camino es como lo hicimos ayer. Decidiendo, que es gerundio. Un movimiento que se demuestra andando.
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