Opinión
El hecho biológico
¿Qué debe hacer un partido cuando pierde de golpe dos millones y medio de votantes y con todos esos votos pierde, además, al que fue su único líder desde la fundación? Esa es la pregunta que deben estar haciéndose en Cs en este momento. Cuando se da tal debacle electoral, lo lógico es que la ejecutiva se sienta tan responsable, como el líder, de aquellas decisiones equivocadas que llevaron a todos hasta tan triste final. Eso suele provocar que el equipo abandone tras la dimisión de su jefe. Pero, tras los dos últimos y turbulentos años, en ausencia de todos los demás que proponían un rumbo alternativo y más solido para la formación, ¿quién queda en ese negociado para contestar con garantías al teléfono de la oficina? ¿y cómo convencer de que quien habla es un interlocutor válido? No podrán decir que no estaban avisados. De innumerables y diferentes lugares llegaron voces que observaban cómo renunciar a la socialdemocracia, cuando no había ninguna necesidad imperiosa de meterse en ese jardín, era cerrarse absurdamente una puerta a la autopista del centro que llevaba a La Moncloa. También se les recordó que era infantil creer que se podía sustituir a un PP bien implantado en el país, solo porque éste estuviese pasando un momento bajo. Subestimar al rival siempre se paga caro. El último espejismo que les deslumbró fue cerrarse en banda a pactar con el PSOE en un momento en que la población lo consideraba más que necesario. Ahí, Cs perdió todo el sentido de ser que le había mantenido vivo todos estos años y lanzó por la borda las pocas ideas que le quedaban. Sus dirigentes no entendieron que su principal punto fuerte era tener poca ideología, pero nunca dejar del todo de tener un imprescindible fondo ideológico irrenunciable . ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el futuro de Cs? El personalismo lo que provoca es que, cuando se da el hecho biológico, por muy atado que alguien crea que está todo, las cosas puedan descolocarse muy rápidamente. El hecho biológico se ha dado en la medida que Rivera ha anunciado que quiere orientar su vida a otros rumbos ajenos a la política. ¿Se sustituirá ese personalismo por otro? Lo suyo sería decir que es una oportunidad, si el partido sobrevive, para crear unos mecanismos de base más sólidos. Pero cabe llamar la atención de la ingenuidad con que tratamos hoy en día al personalismo. Entre 1975 y 1995, el PSOE tenía cuadros muy sólidos, pero el ascendiente personal de Felipe González entre sus bases era inmensamente más ciclópeo que cualquier personalismo actual. El hecho empírico inevitable es que Cs tiene que responder todavía frente a un millón seiscientos mil españoles, además de a una serie de pactos de gobierno acordados hace poco de los que depende la estabilidad administrativa de muchos lugares. Lo cual sigue siendo todavía mucha más gente de la que ha dado su confianza al partido más votado en toda una región como Cataluña. La responsabilidad, por tanto, es ahora su principal obligación. ¿Será capaz de practicarla una organización con tres irresponsables errores estratégicos en los últimos tiempos? Ni ellos lo saben, pero si no quieren desaparecer no les queda más remedio que intentarlo.
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