Opinión

Pobrismo

Alfred Eckhard Zimmern aseguraba que, antes del siglo V a. De C. en Grecia, la política no existía; que quizás había poderes, gobiernos, súbditos y principados, pero no podía encontrarse más política que «química en la época de la alquimia». El descubrimiento transcendental que hizo Grecia fue reconocer la existencia de los intereses públicos, del bien común, y de ocuparse primero de ordenarlos y luego de estudiarlos. De manera que puede asegurarse que fueron los griegos los primeros en «rescatar el cuerpo político de las manos de los charlatanes, entregándoselo a los médicos». Es posible que la Grecia antigua inventara la política de la cual somos herederos, y que el concepto de «bien común» ya contuviera entonces muchos fantasmas que hoy nos mueven, perturban o agitan. Por ejemplo, la idea de que la pobreza es sinónimo de bondad –tanto como la riqueza lo es de perversión–, es uno de esos tópicos antiguos del cual se han derivado insospechadas consecuencias. Asociamos la idea del bien común a un igualitarismo esquemático que premia la pobreza, equiparándola con el bien, y desdeña la riqueza, asociándola con la avaricia (la merma del bien común: el mal). Incluso hay una corriente de turismo «pobrista» que lleva turistas a visitar lugares donde la gente vive en situación de gran necesidad, países pobres, o barrios canallas y peligrosos, que contrastan de manera terrible con los lugares de procedencia de los turistas, a quienes probablemente la experiencia «extrema» les sirve para volver a casa con una sensación de triunfo y conformidad con su suerte que no tenían antes de empezar el viaje. El turista «pobrista» pasa así de ser una suerte de niño viejo, caprichoso y decadente, insatisfecho y exigente, a regresar a su hogar pensando –antes de volver a su quejica vida cotidiana– que, en comparación, la vida no lo trata tan mal como creía. La pobreza es una situación de falta de recursos que impide tener una vida digna, mientras la riqueza es la abundancia de dichos recursos. Existe el «pobrismo» incluso como aspiración política, pero no el «riquismo», que suena despreciable. La «causa de los pobres» es tan popular y admirada, que a veces parecemos olvidar que el objetivo más noble es acabar con la pobreza, no venerarla… hasta el punto de propagarla y multiplicarla.